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230 FUENTES PARA LA HISTORIA COLONIAL DE VENEZUE LA las, antes bien siempre toman tierra nueva y virgen para no tener otra cosa que echar la simiente, pues el descepar y abrir la tierra es dificultad de mucho trab ajo para el indio. Las misiones de San Jo aquín y Monte– calvario tan no hay duda fueron de la provincia antigua, que he visto los vestigios y los árboles de alguna huertecilla que tenían en ellos los mis– mos misioneros; de donde se infiere que, disminuyéndose la provincia antigua con el número de pueblos , crece la moderna , pasando a ella con distinto nombre , aunque Montecalvario siempre tuvo el mismo. 20. - No se puede dejar de hacer reparo que sólo numera 22 pueblos de misiones (de) Capuchinos catalanes, y en el padrón que me dio de las que poseía su Comunidad el Procurador P. Fr. Domingo de Arbu– cias, n. 2'!, expresa 25 , sin duda por quitarle s aquel Comandante el mé– rito de fundadores, que lo fueron a sus expensas y el de que están en ellos trabajando apostólicamente. 21. - Siguiendo el número de habitantes de la provincia moderna de catalanes , se deja combinar la poca legalidad si atendemos al padrón ex– presado del P. Arbuci as, pues en 25 misiones existen 6.346 habi tantes, y el Comandante en las 22 pone 6.830, de modo que, disminuyendo misio– nes, le aumenta habitant es, siendo muy dudoso que en el libro de la pro– curaduría padeciesen esta equivocación, aunque leve, de 484 almas, res– pecto el conocimiento que debe tener dicho Procura dor para la econó– mica subministración y auxilios del misionero, y a fin que tenga lo ne– cesario para remediar las urgencias de aquellos indios imposibilitados de buscar su remedio, como son huerfanitos, viejos y lisiados. 22. - Por lo que respeta a labores sólo podré producir que, habiendo manifestado las partidas que en el estado comprende en cada uno de los pueblos al misionero P. Fr. Antoni o de Cervera, encargado de la de Mon– tecalvario y antiguo en ellas, de 17 a 18 años, que se hallaba en la ciu– dad de Caracas, en donde había sido enviado pocos meses después de mi salida del Orinoco, con el intento de ver si conseguía cobrar alguna co– sa de las cajas reales por cuenta de los cincuenta a sesenta mil pesos que se les debía de sus sínodos, me explicó distintamente y comprendí la po– ca o ninguna formalidad y equivocación de dichas partidas, no sólo por lo respectivo a su misión de Montecalvario, que no podía menos de constar– le, sino de otras muchas y particu larmente de la antigua llamada Santa Ana, pues ambas acababan de ser removidas por superior disposición, trasplantadas y retiradas de las márgenes del río en donde se hallaban, y aunque esta providencia infiérese se solicitó por parte de aquel Coman-

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