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222 FUENTES PARA LA HISTORIA COLON IAL DE VENEZUE LA a V.M. que los destinara a otro lugar donde pudiesen trabajar con fruto y apostólicamente, como hasta ahora, o al precioso retiro de sus celdas, a cuya resolución los ha precisado el verse imposibilitados a cumplir su apostólico ministerio y aun a vivir como Capuchinos, el ver a los indios que con tantos afanes han reducido a pueblo y al gremio de la santa Igle– sia, atribulados, determinados a volverse al mon~e, quemar los pueblos y amenazando toda una ruina tal que nos quite las esperanzas de restau– rarlo jamás. Se han originado estos males del celo y ardor con que el Coman– dante general de Guayana, D. Manuel Centurión ha querido establecer un nuevo método de gobierno , pareciéndole demasiado lento el antiguo, y, aunque los misioneros han reclamado desde el principio, temerosos de lo que ya experimentan y alegando las leyes y cédulas reales tan sa– bia y prudentemente establecidas, que ha acreditado la experiencia de muchos años, y a las cuales se oponía dicho nuevo método, sus lamen– tos sólo han servido para que el expresado Sr. Centurión los conceptua– se enemigos de sus ascensos, duros, obstinados, haraganes y aun sedicio– sos, y como tales los ha -tratado siempre, no sólo en sus personas sino también en las representaciones que ha hecho a V.M., especialmente en la de 29 de julio de 1771, y en ésta añade el individuar al ya difunto Fray Joaquín de Martorell y a mí, intitulándonos singulares frenéticos, que somos tenidos por autores del incendio de 22 casas de la capital, y exponiendo otras cosas que la gran prudencia de V.M. desprecia en la cédula de 20 de septiembre de 1772, en que se digna V.M. prevenirle que no tome providencia alguna contra nosotros acerca de los asuntos del expediente en que se trataba también de algunos corregidores que quería establecer en dicha misión, y que sólo cumpliese lo que se le ordenase. Con razón pensaban los misioneros que esta vuestra real providen– cia calmaría la tempestad pero sucedió tan al contrario que la pasada se podría tener por bonanza respecto de la tempest ad que de aquí se mo– vió reduciendo los misioneros e indios al infeliz estado que refiere la carta A, que acompaña a ésta, para lo cual, al recibir la indicada cédula, que fue por enero de 73, detuvo al maestre de plata, que iba a Santa Fe, hizo sus informes y en breve tiempo consiguió lo que no ha podido en esta corte en algunos años de pretensión, que fue el que pudiese poner corregidores, como de facto los puso en todos los puebl os viejos y nue– vos de nuestra misión; consiguió también cargar diezmos a la indios, ponerlos un administrador de sus bienes , que también se apoderó de to– das nuestras limosnas, tanto de las que para nuestra manutención nos

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