BCCCAP00000000000000000000220

MISION DE LOS CAPUCHINOS EN GUAYANA 219 El día nueve salí con la falúa Orinoco abajo con el rumbo a les-nor– deste, y, a distancia de ocho leguas en donde se divide el Orinoco en dos grandes brazos que forman la isla de Chaguanes, seguí las aguas del brazo izquierdo , en el que hay diferentes islotes, y, a distancia de dos o tres leguas, vuelve a dividirse en otros muchos brazos que forman un laberinto interm inable de islas que llaman de los guaraúnos por los in– dios que las habitaban, hasta que el P. Fr. Silvestre de Zaragoza y otros misioneros , a instancia de D. Manuel Centurión, se dedicaron a sacarlos, y con efecto han quedado ya pocos (?). No obst ante que a mi tránsito , auxiliados de una lancha de la Expedición de Maderas del cargo de D. Ignacio Milau, que cruzaba en esta ocasión por estos caños, pudimos re– coger 17 indios de ambos sexos, que se transportaron a Puerto Santo y de allí se incorporaron a otras misiones; y, según las noticias que de ellos adquirí, hay todavía bastantes en estas islas no solamente de los guaraú– nos sino también de los parias, chaimas, palenques, caribes, guayanos y de otras naciones, que habitan el Orinoco y provincia de Cumaná , que , viéndose molestados de los corregidores, faltos de palabras y medios pa– ra la defensa, toman el arbitr io de refugiarse a estas islas, que es la ro– chela universal de todos los indios prófugos. Los guaraúnos habitantes de estas islas son muy afables y dóciles; se presentan alegres a cualquiera lancha que pasa y con pocas dádivas o palabr as siguen gustosos al que le ruega. Verdad es que con poco motivo desamparan la misión y se vuelven a sus islas que para ellos son un pa– raíso de delicias y abundancias, pues sólo en la palma moriche que abun– da en ellas, tienen vinculado el pan, vino, vianda y cuanto necesitan pa– ra vivir, vestir, casas y barcos para pescar con todo el menaje y aparejos necesarios. En estas especulaciones y recolección de indios los (sic) la noche en la boca del caño de Catupite, en el que se dio fondo en tres brazas y me– dia de agua; la noche se pasó incómoda ya por el demasiado vaivén de la lancha agitada, ya por las corrientes del río, ya por la marea encon– trada que sube impetuosa del Golfo Tri ste , ya por los silvidos y voces de los indios que en toda la noche dejan de aullar, reclamándose unos a otros, y ya por las aves y animales noctámbulos que admiran con sus ecos extra ordinario s, a que se añadió la plaga de mosquitos de especies distintas, que, formando nubes, caen sobre los pasajeros con un zumbi– do molesto aunque no tanto como sus aguijones que abrasan. Entre esta turba molesta se ve gran multitu d y variedad de moscas de luz, que alum– bran de algún modo aquellos espesísimos bosques de mangles y palmas.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz