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218 FUENTES PARA LA HISTORIA COLONIAL DE VENEZUELA Hoy sólo tiene seis vecinos con 5 3 almas y diez o doce soldados que custodian el castillo de San Francisco de Asís, situado sobre un peñasco que domina el río Orinoc o. Todo el castillo se reduce a una batería de figura trapecia, sin foso ni estocada; tiene 40 varas de largo y 20 de ancho con diez cañones de fierro (sic). Inmediato a este castillo , por la parte occidental, se levanta el cerro del Padrastro , que domina a tiro de fusil al castillo de San Francisco. En la cima del Padrastro hay un for– tín de fagina con su estada en figura de estrella , pero sin foso; tiene 37 varas de largo y 26 de ancho con nueve cañones de fierro montados, y trece soldados que lo guarnecen. Debajo de estos castillos hay una lancha armada con un cañón a proa, doce pedreros y 16 marineros con sus armas correspondientes para la de– fensa. En la orilla opuesta del Orinoco, junto a la boca del caño de Li– mones, se fabricó una torre oval para cruzar sus fuegos con los del Cas– tillo de San Francisco, pero, antes de concluirse, se rindió por su propio peso, como queda dicho, y está el río indefenso en esta parte, dejando el paso franco a los contrabandistas españoles y extranjeros, quienes disfru– tan de todo el comercio del río Orinoco y demás navegables que entran en él; y, aunque han ido tre s registros de España a la ciudad de la Angos– tura, más ha sido para hacer el contr abando con las islas extranjeras que para surtir el país de géneros de España. De aquí proviene que, comprendiendo la Guayana países tan dilatados y fértiles, aun sin el auxilio del cultivo, capaces de proporcionar un co– mercio florido de sus frutos y ganados, con todo, tan lejos de contribuir ningunos caudales al erario , es preciso que éste le envíe desde Santa Fe de Bogotá un situado anual para la manutención de la poca tropa que hay, la de los misioneros y demás gastos que ocurren para su subsisten– cia y en la formación de los nuevos establecimientos. Si se permitiese la extracción sólo de los cueros, ganado y tabaco so– brante de esta provincia para las extranjeras, imponiendo derechos mo– derados sobre estas extracciones, rendirían al rey muchos miles de pesos anuales. Y, respecto de que los ganados de todas especies se multiplican tanto en estos países, y que España no puede por sí misma dar salida a los sobrantes, parece justo proporcionarla por otra vía; este medio sería menos violento y expuesto que precisar a los indios a pagar el tributo personal que tanto repugnan; y, además de ser ramo de muy poca monta, sólo sirve para sublevarlos y perder en un solo día los pueblos que cues– tan mucho de formar.

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