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214 FUENTES PARA LA HISTORIA COLON IAL DE VENEZUELA vincia de Venezuela en busca del famoso Dorado, a quien en 1545 siguió Quesad a. Después el marqués de Cañete envió desde el Perú a Pedro de Ursua en 1557 para que buscase aquel país cuyos montes eran todos de oro, pero fue muerto en la marcha igualmente que su sucesor D. Fernan– do de Guzmán. Lo mismo le sucedió a Pedro de Sila, Adelantado de estos países, con cuyo título emprendió su viaje en 1569 y pereció con toda su gente en el Golfo Triste a manos de los indios del río Gua rapiche; a quien siguió el capitán Serpa que tuvo tan desgraciado fin. Pero la expe– dición más ruidosa y que llevó gente más lucida fue la de D. Antonio Berrío, quien envió con 300 hombres al capitán Alvaro Jorge, portugués, que llegó hasta el cerro que llaman de los Totumo s (sic), y, después de indecibles trabajos, tuvo que retira rse con solos 30 hombres que pudie– ron salvarse del rigor de los indios, aunque no de la intemperie del clima, sin haber encontrad o el famoso Dorado ni visto sus riquezas. Lo mismo le sucedió a Ord az, a Gonzalo Pizarro y a Orellana . Ni fueron más felices en este descubrimiento Monsieur Ralego (sic), inglés, quien se embarcó para esta expedición en 1545 y, en el siguiente de 46 , otro inglés llama– do Kaimisco. En el de cuarenta y siete el capitán Mathamo, cuyas desgra– cias quitaron la gana a los ingleses de pensar más en el Dorado. Y los es– pañoles que lo han descubierto últimamente, sólo han encontrado una gran laguna a cuya parte oriental está el cerro que llaman del Dorado por las muchas arenas y piedras que relumbr an como el oro, queriendo inferir que en las entrañas de este cerro hay minerales de dicho metal, lo que hasta ahora es pura conjetura, pues en la ciudad de Cumanacoa y en otras parte de Tierra Firme hay cerros cubiert os de arenas doradas, sin que hasta ahora se haya sacado oro alguno. La riqueza grande y verdadera que se encuentra en el Dor ado y en todas estas provinci as intermedi as, es un gran número de naciones de in– dios que, acosados de las provincias del Perú, Santa Fe de Bogotá y Tie– rra Firme, se han ido internando, y se han fundado en estas part es mu– chos millares de ellos; no deja de ser grande riqueza si se sabe aprove– char; la lástima es que los franceses de la Cayena, que confinan por es– ta parte con el cerro del Dorado, y los holandeses que penetran hasta él por el río Esquivo, se dan mucha priesa de cautivarlos y seducirlos pa– ra que resistan a los españoles de estos nuevos establecimientos. Con efec– to han sido ya atacados los de la ciudad de Guirior por los portugueses, quienes el año de setenta y siete los sorprendieron de mala fe, amparán– dose de su pequeño fortín. Todas estas tierras son feraces y de muy buena calidad; están pobladas
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