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MISION DE LOS CAPUCHINOS EN GUAYANA 195 misiones de Guayana dos estados, como consta de sus dos cartas, que acompañan, con fecha de 2 de octubre , párrafo 4'\ y 22 de diciembre, párrafo 1?, ambas del año 1770, notadas con la letra A. De la razón sobredicha se infiere cuánto agravia dicho Sr. Coman– dante general y gobernador D. Manuel Centurión a los misioneros, cuan· do, en su carta de 24 de septiembre de 1770, párrafo 5?, letra B, dice al prelado que el no entregar a los pueblos de oficio los misioneros le huele a cierta socarronería, y más sensible se hace el instar sobre lo mismo después de constarle la expresada real resolución, como parece de la car– ta del superior de 26 de junio de 1771, párrafo 2? y letra C, en que de oficio se lo hizo presente. Aun dichos estados le consta al Real y Supremo Consejo de las In– dias en los autos de visita (capítulo "misi ones de Capuchinos catalanes de Guayana"), que le remitieron y habían ejecutado antes en dicha pro– vincia y toda la de Cumaná el caballero gobernador D. José Diguja el año de 1761, y el Ilmo. Sr. Obi spo de Puerto Rico D. Pedro Martínez de Oneca el año de 1759, como me consta haberla insertado en dichos autos el que yo le dí entonces, siendo prelado, a D. José Diguja y ha– berme comunidado el Ilmo. D. Pedro Martínez de Oneca que informa– ba a el Real Consejo en el capítulo octavo de sus autos lo que le pare– ció en asunto de antigüedad de pueblos y tributo de los indios de Gua– yana, cuya copia acompaña letra D, párrafo 3?. Aunque los misioneros debiesen de oficio entregar los pueblos, no lo juzgaban por conveniente en el día de hoy, aun respecto de aquellos que ya cumplieron sus indios los 20 años de bautismo, por la experien– cia práctica que tienen de la inconstancia de ellos y poco amor a la pobla– ción, fáciles a desampararla a cualquier vana aprensión de su corta capa– cidad, como se vio en el año de 1767, que resolvieron los pueblos más an– tiguos de Caroní, Altagra cia, Capapuy y Santa María huirse todos tierra adentro por aprender que los frecuentes temblores de aquel año eran pro– ducidos por el diablo, y que después haría él mismo crecer las aguas del mar hasta la distancia de 40 leguas donde ellos habitan, que los ahogaría a todos inmediatamente, todos se convertirían en piedras. Sobre que no tuvieron poco que trab ajar los misioneros en desimpresionarles para que no huyesen a buscar refugio que creían hallar en el monte . A esta segunda razón de la inconstancia de los indios sigue la terce– ra de no tener medios la provincia de Guayana para sujetarlos siempre que, enfadados , se quieren huir y levantar, pues sus tierras están abiertas enteramente por la banda del levante y medio día de las misiones donde

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