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MISIO N DE LOS CAPUCHI NOS EN GUAYANA 115 los holandeses poseen las cosas más útiles de este dilatado país, porque en ellas desaguan muchos ríos navegables que corren por lo más interno y provechoso de la Guayana; por esto debemos dirigir nuestra política a la destrucción de las colonias holandesas, empezando por Esquivo y siguiendo a Demerari, Berbís, Corentin, hasta Surinam, para cuyo fin me ocurren dos medios eficaces. El primero es que demos amparo y li– bertad a todos los esclavos fugitivos de las expresadas colonias, como se practica en Caracas con los de Curac;ao, que aun no la necesitan tanto pa– ra el uso libre de la religión católica como los de estas colonias, a donde nada se les dispensa en este importante asunto y hacen vivir a los escla– vos como gentiles. Y el segundo, que se guarnezca esta provincia con un batallón fijo de infantería para verificar, en las fronteras y ríos que vierten en el de Esquivo, las casas fuertes , que, aun antes de proyecta– das, han asustado a los holandeses, pues con ellas les embarazaremos la usurpación de más terreno que el que ahora ocupan y la considerable saca de indios poitos o esclavos con que, dejándonos desiertas nuestras tierras, pueblan y cultivan las suyas prod igiosamente, y facilitaremos la fuga de los indios que tienen ya esclavizados, y de los negros que, sién– doles más costosos , no se atreverán a comprar por el próximo riesgo de perderlos , y, con la falta de unos y otros obreros, desampararán luego por precisión los holandeses de nuestra vecindad, viéndonos formidables pa– ra tomar otro partido. Este aumento de tropa no parecerá excesivo si se considera la necesidad de poblar y defender este país, pues para es– to siempre es necesario mucho gasto y ninguno más fructuoso que el que hace el soldado, pues el dinero de éste atrae labradores y todo género de artesanos al país, y así éstos como los soldados van casando con las in– dias, únicas mujeres que aquí encuentran, y este género de alianza con los indios nos facilita su reducción y la más pronta y menos costosa po– pul ación de estos desiert os, porque un soldado, como joven y soltero, más fácilmente se recluta y conduce de las provincias inmediatas a ésta, que una familia entera , y, por la experiencia que tengo en el asunto, ha– llo vent ajoso y preferible este modo de populación al que se ha practi– cado en la isla de Santo Domingo y otras provincias de América, llevan– do familias enteras de Canarias y otras partes con la pensión de condu– cirlas, proveerlas de utensilios y mantenerlas a lo menos por un año. En– tre las casas fuertes sobredichas se debe contar una en la punta de Bari– ma a Barlovento de la boca de navíos, frente al norte, con un alojamien– to por ser el terreno bajo y anegadizo, con cuyo establecimiento y efec– tiva posesión miraremos de más cerca a los holandeses, les contendre-

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