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12 PROLOGO fragaron los gastos siempre cuantiosos de las expresadas entradas, los que consigo llevaba la construcción de las casas, iglesias, etc., de las po– blaciones misionales, por no citar más que algunos. Pero el expresado hato que fue de resonante éxito logrado por los misioneros capuchinos, suscitó en no pocos la envidia y juntamente la ambición , según anotaban algunos obispos en sus informes después de la visita pastoral. Yo creo que muchos de los roces y de los problemas suscitados en consecuencia en estos años 1766-1785, y del mismo mo– do posteriormente , tuvieron allí su origen primordial. Por eso hay que tenerlo presente al leer los documentos que hacen referencia al hato de la Divina Pastora. Para conocer los progresos de la misión, así en el establecimiento de nuevas poblaciones indígenas como en el aumento de sus habitantes, sirven poderosamente las relaciones que sobre el estado de las mismas daban con cierta periodicidad los Prefectos o superiores de aquélla y a veces también los gobernadores. Bastantes de tales relaciones, corres – pondientes a los enunciados años, van recogidas en esta parte docu– mental. Sin embargo no puedo por menos de lamentar que esas rela– ciones no consignen datos , noticias y pormenores que se advierten, por ejemplo, en las dadas sobre las misiones de Cumaná y Llanos de Caracas. Así concretamente en las de Guayana se echa de menos la descripción de las iglesias, altares, imágenes, vasos sagrados, ornamentos, etc., y, constándonos por documentos muy posteriores que la casi totalidad de las iglesias de esta misión fueron espléndidas y grandiosas por su arqui– tectura y ornamentación, no obstante apenas se encuentra una ligerísima referencia a las mismas. Quiero asimismo llamar la atención de los historiadores sobre un punto interesante para la historia civil hispano -venezolana. Los misione– ros hacen referencia en varias de sus cartas a las relaciones con los ho– landeses de Esquivo. Ellos se mostraron siempre propicios a colaborar con las autoridades españolas y a secundar sus iniciativas en orden a evitar a todo trance la expansión del poderío y de la influencia de los habitantes de aquella colonia, y lo hacían para que los holandeses no se apoderasen de tierras que en modo alguno les pertenecían, considerán– dolas luego como suyas. Además , obraban así movidos por razones de índole más elevada. Dada la proximidad de la colonia a la misión y la fa– cilidad con que los naturales emigraban de una a otra parte, los misio– neros, aleccionados por dolorosa experiencia, tuvieron a los holandeses por enemigos declarados de su labor evangelizadora; y lo eran en ver-

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