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MISION DE LOS CAPUCHINOS EN GUAYANA 65 de visitador en nombre del rey. Escribió luego al ministro de Indias di– ciéndole no había encontrado otra misión mejor servida y que las otras debían arreglarse a ésta, en que no hallaba cosa que enmendar, quedando además edificado de la conducta y enseñanza de los misioneros.12 Estos, ayudados por el gobernador Pereda y en colaboración del mismo, lograron efectuar durante el tiempo de su mando en Guayana estas fundaciones de nuevos pueblos: San Miguel de Unata ( 1779), una vez más renovada o reconstruida; el de Santa Clara de Yaruaparo ( 1779), San Serafín de Marichipati ( 1779), Santa Rosa de Lima de Cura ( 1782) y Santa Magdalena de Currucay ( 1783); se volvió a reanudar el de Ave• chica, ahora con el titular de San Juan Bautista ( 1783) y la del Angel Custodio de Cuibau ( 1785): estos cuatro últimos próximos a los ríos Yuruari y Cuyuní y, por tanto, en sitio estratégico para el paso de ho– landeses y caribes. Aparte de eso se buscaba a la vez sitio a propósito pa– ra pastos del ganado. Además, no sólo por esa parte sino también por la del Orinoco, se trató esos mismos años, desde 1779 en adelante, de trazar un plan de ocupación total de Guayana, plan que hizo justamente Avalos en los primeros meses de 1779. Para eso, como Intendente general de Caracas, envió ese año a D. José Felipe de Inciarte con objeto de explorar las tierras desde las bocas del Orinoco hasta los límites de la colonia holan– desa, casi hasta el mismo Esequivo; le acompañó en esa expedición el misionero P. Hermenegildo de Vic. La intención era, al parecer, estable– cer también allí pueblos mixtos de indios y blancos, en los que serían admitidos los fugitivos del Esequivo. Tales planes, aunque aprobados por el rey en 1780, no se realizaron al menos antes de 1783.13 Si así hubie– ra sido, los misioneros hubiesen colaborado igualmente en la catequiza– ción de aquellos posibles pobladores. 4.-Con todo hay que reconocer que el número de aquéllos no era grande: en el Capítulo de 1778 se contaban solamente 24 y en 1780, 22. Por eso el gobernador D. Antonio de Pereda exponía al Capitán general de Venezuela, Unzaga y Amézaga, en 1778, la necesidad de que fuesen enviados nada menos que catorce religiosos sacerdotes y un Hermano enfermero. 14 Cursada la solicitud al Consejo de Indias y elegidos ya en 12. M. DE CERVERA, ms. c., n. 217. 13. Cfr. J. HUMBERT, o. c., 271-3. 14. Carta de Pereda, 6 junio 1778 (AGI, Caracas, 946); el Consejo de Indias apro– baba eso mismo un año después, 4 noviembre 1779 (AGI, Caracas, 14).

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