BCCCAP00000000000000000000219

MISION DE LOS CAPUCHINOS EN GUAYANA 23 No obstante tan apremiantes demandas, el Consejo de Indias aprobó el envío de esos seis misioneros pero el rey determinó (diciembre 1729 ) fuesen sólo cuatro, y sólo cuatro se embarcaron efectivamente en Cádiz en agosto de 1730, rumbo a Puerto Rico , para arribar finalmente a Gua– yana el 23 de julio del siguiente año. He aquí sus nombres: PP. Antonio de Berga, José Antonio de Vic, Buenaventura de Valls y Basilio de Bar– celona.27 Antes de que los cuatro mencionados religiosos iniciaran su apos– tolado, tuvieron lugar en la misión sucesos desagradables. En enero de 1728 sobrevino una epidemia de viruela en el pueblo de Suay, de la que murieron no menos de 132 indios; no encontrando remedio eficaz y con la esperanza de atajar tanta desgracia, los misioneros decidieron prender fuego a todas las casas menos la suya y la iglesia, recogiendo a los indios en rancherías aparte. La misma epidemia se propagó al Caroní pero no con tanta virulencia; murieron algunos pero logró conservarse el pue– blo. Idéntico mal atacó a los indios congregados para las nuevas pobla– ciones de Maruca y Santa María; murió la mayoría de ellos y los restan– tes huyeron despavoridos a los montes. Lo propio intentaron hacer los vecinos de la ciudad de Santo Tomé, lo que impidió a todo trance el go– bernador, llegado una vez más a Guayana ante las noticias alarmantes del contagio. Acompañado del P. Moya y, en su deseo de proporcionar al menos los medíos oportunos para que la epidemia no se extendiese, re– corrió los pueblos misionales animando a sus habitantes a permanecer en ellos. No abandonó Guayana hasta comprobar que la epidemia de vi– ruelas había desaparecido. 5.-Arredondo se presentó de nuevo en ella por un caso bien singu– lar. Recibió en Trinidad, en los primeros días de 1729, la noticia de que un obispo francés, por nombre Nicolás Gervais, con bulas de Benedicto XIII y otros documentos, decidido a establecer una misión en la costa de Paria, en el Orinoco e islas Caribes y asimismo fundar un seminario, hizo su aparición también en Guayana. El gobernador, después de ave– riguar sus intenciones y percatado de que no tenía credencial alguna del rey de España, le invitó a salir de allí. Ante el deseo del obispo de di– rigirse a Bervice, Arredondo le dio facilidades para ir con la custodia y decencia convenientes. Pero, no siendo tampoco admitido allí, decidió establecerse en las riberas del río Aquire, afluente del Orinoco, para em– prender su planeada obra misional entre los caribes que vivían en aque- 27. AGI, Secretaría de Arribadas, Comisaría de Cádiz, 537.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz