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MISION DE LOS CAPUCHINOS EN GUAYANA 11 Cruzadas diversas cartas a este propósito entre el gobernador y el Prefecto, por fin se acordó esperar la llegada del obispo de Puerto Rico que venía decidido a efectuar en Trinidad su pastoral visita, como la había hecho en Cumaná y Margarita. Los religiosos sumamente optimistas y contentos, se prometían mucho de aquella visita, en la esperanza fun– dada de que entonces se resolverían definitivamente las cosas. Pero, después de tener con el obispo las primeras entrevistas, no quedaron me– dianamente satisfechos. El prelado, después de una visita relámpago a los pueblos misionales, que duró menos de un mes, se determinó al fin, de acuerdo con el gobernador, a reunir aquellos cuatro pueblos mencio– nados en dos y erigirlos en doctrinas, más claramente en parroquias, en– comendado su cuidado a dos sacerdotes seculares. Al propio tiempo se rogaba a los Capuchinos siguiesen como hasta ahora, en tanto que fuesen provistas las doctrinas con la mayor prontitud, puesto que habían mani– festado el deseo de regresar a España, considerando irrealizable el pro– yecto de dirigirse a Guayana para continuar allí su apostolado. 30 En vista de que, pasado más de un año y la situación continuaba idéntica, después del oportuno aviso, enviaron al gobernador un auto de despedida el uno de febrero de 1714, y abandonaron la isla ese mismo día, marchando a la Martinica de tránsito para España, no sin antes dejar como síndico y apoderado de todo cuanto allí dejaban y les pertenecía como religiosos, al joven catalán Diego de Arrieta. El expresado auto estaba firmado por los cuatro únicos que quedaban ya, puesto que los otros habían elegido otro derrotero para su viaje de regreso. 31 Desde esa fecha los Capuchinos se ausentaron de Trinidad aunque volverían años más tarde, si bien no con la obligación estricta de misio– neros sino por caritativa condescendencia y para no dejar abandonados espiritualmente a los naturales. Será sin embargo de pasada y sólo algún que otro religioso. He de hacer notar por otra parte que también en Trinidad experi– mentaron los misioneros casi las mismas dificultades y contratiempos de siempre. En primer término por lo que se refiere a la reducción de los na- 30. Acuerdo del obispo con el gobernador, Puerto España, 25 febrero 1713 (Ibid.). 31. Esta despedida, fechada el 1 de febrero de 1714, está firmada por los cuatro religiosos que estaban en Trinidad: P. Ignacio de Vallfogona, Raimundo de Villafranca, Severo de Barcelona y Ambrosio de San Julián ([bid.). La copia el P. Hermenegildo de Vic, autor de otro de los manuscritos reseñados en la introducción, Primera parte de las misiones . .. , ms., f. 79 y va también en la parte documental.

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