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378 FUENTES PARA LA HISTORIA COLONIAL DE VENEZUELA no más, porque dice que no ha podido cobrar otras, y dice que queda su hijo con otros dos mozos en Caura, esperando que le paguen, y pro– sigue: "El Sr. Tumutu queda también en Caura, por el mismo motivo de cobrar, no sabemos cuándo vendrá: no me olvido yo de procurar enten– der sus pasos: que de todo lo que entendiere, lo comunicaré a V.S.". Día primero de agosto pasado el cabo Santiago Bonaldes, con el Segundo Santos y con 16 soldados, 10 indios de Altagracia, 12 de Cu– papuy y otros muchos de Yuruari, hasta los muchachos de la cocina del Padre Tomás, que entre unos y otros, indios con soldados, me dicen que componían el número de cien hombres, embarcados en 31 curiaras de cáscara de palo, tomaron el rumbo Yuruari abajo, y día dos pasaron a el pueblo de Cunuri para tomar por guía a Yuravey, que antes me prometió que iría con los españoles para enseñar las casas de los holandeses: fue con dos mozos y día 11 de dicho mes cogieron en una ranchería de cari– bes Jan Petisi que dijo había venido de paseo y dijo que más abajo tenía su casa con otro compañero: lo llevaron; saliendo de esta ranchería dicha que era poco más abajo del Curumo, luego llegaron a otras rancherías de la isla y raudal Arauata, cuyo capitán es el alcalde Cayarivare, que antes era de Tupuquén, no conocido de los soldados, a quien, habiéndole dicho que iban a coger los holandeses, los primeros de acompañarlos y marcharon luego; y, navegando abajo, encontraron una isla de grande eminencia, llamada Tocoropata, en que estaba poco antes la posta, y la dejaron por no tener suficientes tierras para labranzas y de paso que– maron las casas con las de los diez negros, en que también vivía Carlos Posteros; y medio día de navegación llegaron al sitio Aguiga, tierra fir– me en esta banda de Cuyuní, en quien tenían los holandeses principios para plantar la posta, tumbada y no quemada la labranza grande, con uno o dos ranchos, para luego, teniendo que comer, hacer casa fuerte, y entre tanto se mantenían con harina de maíz y de trigo, gastando res– cates de los que les daba el gobernador para mantenerse. Para coger a el holandés que era el cabo de la posta, llamado Este– ban, y las dos mujeres de los indios y un negro, que ahora quieren decir si es libre, dio muchas instrucciones Cayarivare, pero sobre todo advertía que fuesen con cuidado porque Esteban nunca alargaba de su faltrique– ra dos pistolas; y determinó Cayarivare ir primero a la ranchería del holandés con cuatro mozos, y que él entretendría al dicho holandés en conversación y que los mozos tocarían los botutos haciendo ruido para que no oyese los zapatos de los españoles. No obstante, a la embestida, fueron descubiertos de un perrito y tuvo lugar para armar las pistolas,
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