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MISION DE LOS CAPUCHINOS EN GUAYANA 353 cual, en tiempo de verano, se atraviesa con el agua a la rodilla o saltan– do de piedra en piedra. El invierno en curiaras de corteza de árbol o pira– guas. Puestos en la ribera opuesta de Cuyuní, siguen hasta una casa de campo que está en la punta de tierra, que se explica en el siguiente ca– pítulo, en la cual hay comodidad para volverse a embarcar y navegar aguas abajo el río de Esquivo. La precedente casa de campo, que son las haciendas, está en la pro– pia punta que en figura de lengua de sierpe forma la tierra a motivo, que el río Cuyuní y el Mazaruni, que ambos vienen del sur, corren forman– do dos líneas paralelas, con que van estrechando la tierra hasta perderse uno y otro en el de Esquivo, que igualmente vienen del sur aunque muy distantes entre sí las cabeceras de los tres. Los individuos que han su– puesto el camino de dos días de sabana y ocho de montaña, se ven pre– cisados a vadear o atravesar en curiaras a la ribera opuesta del Cuyuní, a motivo de ser muy fragosa la montaña de la orilla septentrional, peligro– sa por los muchos indios bárbaros y de ningún sustento a la vida; y así por esto se vuelven a embarcar como se ha dicho y llegan a otra casa de campo que está en la propia ribera de Esquivo a distancia de ocho leguas del fuerte de Zelandra (sic). Este camino que, tanto por tierra como por agua consiste en once días de diligencia, es comunicable a todas las naciones de indios bárbaros que habitan las montañas de la banda del sur, antemurales de la colonia de Esquivo, y en especial de los caribes, y al abrigo de éstos los holan– deses que para hacer el comercio de los indios esclavos que llaman poitos, las penetran continuamente hostilizando otras naciones por toda la exten– sión de los montes LO y por tanto no son caminos seguros para todos individuos sino para aquellos que tienen sus inteligencias con los holan– deses y caribes como testifican los ejemplares siguientes. El año de setecientos cuarenta y dos abrió formalmente este camino un francés llamado Ignacio, famoso contrabandista, en compañía de un fraile agustino apóstata de su Religión y por él condujeron doscientas mulas que habían sacado de las provincias de Barinas, Caracas y Casana– re, las que pasaron Orinoco por la Angostura y después las aguas del Ca– roní, y así, puestas en esta parte de la tierra firme, las llevaron a Esquivo y navegaron después a Barbada y Martinica. El año de 1747 un holandés llamado Salomón Percico, que comer– ciaba en Orinoco, acosado por un corsario, tomó tierra cerca del castillo de San Francisco de Guayana, y siguiendo por las misiones como si fuera por los estados generales, se volvió a su casa de Esquivo por el propio

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