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348 FUENTES PARA LA HISTORIA COLONIAL DE VENEZUELA Asimismo entra en la masa común el producto del suelo y suvencio– nes del curato de Guayana , que sirve un religioso en los términos que queda dicho, el cual para lo económico de los Padres es mantenido por el común de todo lo necesario que se distribuye a los demás religiosos. El sueldo como capellán es corto, al igual de una plaza de soldado, que son 110 pesos al año, pero efectivo porque se cobra del situado que vie– ne a la tropa de Santa Fe; las subvenciones pudieran pasar de 200 pesos, pero, como el país es infeliz y sus vecinos pobres desdichados, creo que apenas la mitad, y el resto queda en deuda incobrable. Granjerías a beneficio del particult!r de los Padres Dejando separadamente la limosna de la misa que en esta provin– cia vale cuatro reales, se reducen las cosechas propias de los Padres al arroz, maíz, tabaco, pollería y algún casabe. Las dos primeras, después de dejar el beneficio de abastecer la despensa para el consumo del año, el resto se beneficia con lo demás, como peculiar granjería, o bien por sus propias manos en las misiones, o por las del Procurador o síndico, que son de los bienes de que disponen como castrenses a beneficio propio, se– gún queda prevenido en el segundo ramo de entrada que tiene la masa común en el modo económico de vivir. El precio del arroz en cáscara es a tres pesos la fanega, y el maíz, a ocho reales, si bien es cierto que estas dos granjerías pudieran rendirles mucho más si se aplicaran a sus siembras, pero se contentan con poco, especialmente en las misiones de tierra adentro y sólo de las de Suay, Amaruca y Caroní se verifica mayor saca de maíz. El tabaco lo consumen en su uso, y de la pollería aprovechan los huevos y una que otra ave, si están enfermos; esta última rinde la granjería de vender algunos po– llos y gallinas a dos reales en moneda corriente a los que las buscan de Guayana u otros pueblos. Algunos de los Padres de tierra adentro discurro no se descuidan de hacer sacar a los indios los apreciables aceites de carapa y currucay, que pagan en coletas u otras cosas que ellos estiman, y después se ven– de el frasco a seis u ocho reales, y si sale fuera de la provincia, mucho más. En este arbitrio son igualmente perezosos, pues sin duda se excita– ría mucho si lo sacasen a motivo que va escaso y le solicitan todos, espe– cialmente los extranjeros. Asimismo han tenido en otros tiempos, y hoy ya no tanto, algunos de los misioneros el beneficio y granjería de las hamacas que rescataban

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