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MISION DE LOS CAPUCHINOS EN GUAYANA 345 niente y lograron mulas y machos para las recuas o arrías, caballos para vaqueros e individuos religiosos, como también un buen renglón de gran-– jería, como se explica en su lugar. Mantienen esta ye_güera con un mayor– domo, sotomayordomo y seis vaqueros que se _gobiernan sobre el mismo pie del hato, con la diferencia de no residir en aquella población nin– gún religioso, pues lo miran como un anejo y así cuida de su entreteni– miento y mecánica el propio Padre. A continuación de este arbitrio fueron discurriendo otros según sus necesidades. Una, la más costosa en América, es el aguardiente, tanto por el introducido abuso de hacer las once, como dicen. como para cu– rar alguna caída y dar de tanto en tanto un trago a los indios que emplean en algún mandado. Es igualmente costoso el azúcar y preciso para el uso del chocolate, limonadas, etc., y como el aguardiente y miel salen de la caña, compusieron un trapiche en el territorio que llaman del Cacagual con copiosos plantajes de caña y plátanos que en abundancia produce aquel terreno, con cuyo arbitrio quedaron socorridas las necesidades de los Padres de aguardiente y miel que suple por azúcar, y ahorrado por este económico arbitrio el respectivo desembolso. Esta oficina del Ca– cagual está en igual distancia de Caroní, Suay y Amaruca, y a ella ocu– rren de todas las misiones los Padres por su correspondiente ración de las dos especies. Dirige esta hacienda un mayordomo no indio, y éste con cuatro esclavos negros la cuidan, y toca al P. Procurador del común, que reside en Suay, socorrerla de todo lo necesario de útiles para las labran– zas, alambiques y pailas para el beneficio de los caldos, como también de la carne y vestuario correspondiente para que vivan. Para lo espiri– tual se reduce a la misa el día de fiesta y la confesión del año, está agre– gada la hacienda a la misión de Amaruca por ser mejor camino y, en mi concepto, más cerca. Viendo el buen gobierno de los Padres que el sitio de la Divina Pas– tora, donde estaba el hato principal, venía incómodo a las misiones y cos– toso el continuo acarreo de la carne necesaria, dispusieron que en Caro– ní, Suay, Cupapuy y Miamo hubiese unos pequeños particulares hatos, capaces de manejarlos por los propios indios, de donde se proveyesen ellos y los más inmediatos pueblos que se van fundando: que fue un arbi– trio de gran socorro, pues ahorró muchos gastos y consumo de bestias mu– lares, y proporcionó que en los días de matanza se comiese carne fresca y pudiesen los Padres tener el regalo de la leche.

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