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342 FUENTES PARA LA HISTORIA COLONIAL DE VENEZUELA fican las misiones para el entretenimiento de los Padres, como son: há– bitos, enjugadores, sombreros, cacao, canela, harina para hostias, vino para las misas, sal y otras cosas, como se explica en la clase de gastos. Asimismo compra el P. Procurador, de cuenta del común, hachas, cuchi– llos, machetes, coletas y demás rescates con que pagan a los indios el va– lor de los jornales de los días que trabajaron en las labranzas a beneficio del común, como se demuestra adelante, y el caudal sobrante de estos ramos de entrada, queda el todo o en parte en poder del síndico que re– side en el pueblo de Guayana. Hechos los referidos gastos en tiempos oportunos, se ponen las especies en la misión de Suay, donde reside el Procurador, y allí se reparten por partes iguales entre todos los Padres y cada uno ocurre desde su residencia por su contingente. Asimismo tiene este fondo u otro ramo de entrada, que es del par– ticular de cada religioso, que, supuesto el permiso de su superior, dispo– ne a su beneficio del respectivo importe, librando o pidiendo, como en cosa propia, al referido Procurador o síndico, donde tiene, digámoslo así, sus bienes castrenses. Estas dos naturalezas de entradas se explican en los capítulos de granjerías, y no tiene duda que, hablando de tejas abajo, ha sido admirable este económico establecimiento y de gran utilidad a los vasallos del rey, pues por él ha tomado algún pie de subsistencia que antes no tenía la provincia de Guayana, de tal suerte que de las misio– nes viene a la tropa y vecindario no sólo el pan y carne sino todo lo más necesario. Cada religioso, en la misión donde es Presidente o compañero, se constituye defensor de menores a beneficio de sus feligreses, así como hacían los encomenderos de Perú y Nueva España con sus pueblos en– comendados, y su fervor económico les hace muchas veces calar la ca– pilla para defenderlos de las injurias de los vecinos. Esta expresión se entiende así: todo vecino del pueblo de Guayana, comprendiendo desde el Comandante hasta el último negro o mulato libre, no tiene otros peones para fabricar sus casas, labranzas, ni navegar, que los que piden a las mi– siones por cierto tiempo limitado, a los que deben pagar sus jornales en dinero o equivalente especie, según el arancel establecido por el gober– nador D. Carlos de Sucre; en esta segunda paga suele haber equivocación o injusticia, y así tienen por economía de la misión enseñados los indios vayan a mostrar al Padre Presidente lo que traen en recompensa de su trabajo y, si la moneda no viene bien o el género no lo vale, procuran la satisfacción dentro y fuera del altar.

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