BCCCAP00000000000000000000219

MISION DE LOS CAPUCHINOS EN GUAYANA 339 cómodas; tocan el Avemaría del alba, y en ésta rezan las letanías de la Virgen, hacen un poco de oración y dicen su misa. A poco rato tocan al rezado, al cual vienen a la iglesia todos los niños, niñas, mozas y casadas hasta el primer parto y en comunidad dicen las oraciones del Padrenues– tro, Avemaría, Credo, mandamientos y artículos de la fe en castellano, a cuyo acto se halla presente el Padre misionero o su compañero, si lo tiene, pasan el día en sus ocupaciones mecánicas o lectura de libros, según la inclinación de cada cual, comen entre once y doce y pasan la siesta. A la tarde vuelven a tocar a rezado y se congregan las mismas per– sonas, dicen las propias oraciones en presencia del Padre, y en algunos pueblos rezan a la mañana o a la tarde en el vulgar pariagoto, para que así adelanten más el conocimiento de los misterios de nuestra santa fe católica. Cumplida esta obligación, consumen la tarde en lo que mejor les viene, cuidando de lo económico de la misión y vigilando de los in– dios que con toda su libertad han abrazado la verdadera religión. A la oración se retiran a su casa, cenan antes de las ocho, tocan las Animas y, antes de recogerse, dan sus vueltas por el pueblo, solicitan la quietud y recogimiento de sus indios y se van a dormir hasta el día siguiente. Las penitencias, ayunos y demás mortificaciones que corresponden a su carácter religioso, como no forman comunidad, quedan en lo interior del espíritu de cada cual, pues, aunque aparentemente coman siempre de carne, no se oigan crugir las disciplinas, pueden con otras virtudes adquirir para con Dios el mismo mérito allá en lo íntimo de sus corazo– nes. El hábito es de hechura el mismo que en Europa, pero, como el país es ardiente y tienen la citada bula, unos lo usan de paño ligero, otros de estameña y muchos de holanda cruda, y por esto no van uniformes en el color, pero se parecen todos en la barba. Siguiendo el mismo privilegio, gastan sus paños menores que llaman enjugadores, que son de crea o lienzo listado, que tienen en mayor o me– nor cantidad según el gusto y posible de cada uno; van descalzos de pier– na y en el pie usan de chinelas en lugar de la sandalia; este calzado no es nuevo, pues en Italia lo practican las Religiones más observantes. Si tie– nen que transitar de pueblo en pueblo, van a caballo por pura necesi– dad, pues, como el país es despoblado, montuoso, habitado de fieras car– niceras, con muchos ríos y pantanos, sería imposible otra cosa, y así en tales ocasiones llevan un mozo a caballo, calzan su botín, espuelas, pis– tola y sable, que sirven de escolta al breviario. En cuanto a la posesión de bienes temporales, me explicó un teólo– go de los Padres misioneros que había un medio en la América entre el

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz