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MISION DÉ LOS CAPUCHINOS EN GUAYANA 305 la falta de manutención, era moralmente imposible nuestra nueva funda– ción y que había de padecer el mismo accidente de las pasadas pues so– los cuarenta españoles pobres y miserables que tenía entonces Guayana, no eran capaces de darnos providencia alguna; urgentes motivos que obli– garon al R.P. Prefecto Fray Tomás de Santa Eugenia a pasar con tres hombres a la otra banda del Orinoco, dirigiendo su viaje para la Nueva Barcelona y Cumaná sin conocimiento de camino, que entonces no lo ha– bía; y, guiándose con aguja de marear, después de veintiséis días de ca– mino por muy dilatadas sabanas y acabados los bastimentas, sin saber donde se hallaban, quiso la divina providencia que encontrasen unos in– dios que afables les condujeron a su pueblo desde donde les guiaron hasta lograr su viaje, y, noticiados nuestros devotos de la Nueva Barcelona y Cumaná de tan nuevo como extraordinario viaje y trabajosa diligencia, ejecutada para el mayor servicio de Dios y de V.M., todos ellos contribu– yeron gustosos y caritativos a la protección de dicho R.P. Prefecto, dándole de limosna hasta cien reses vacunas, que, recogidas de varios hatos, en dos meses que fueron conducidas a ésta de Guayana, y con el cuidado y buena diligencia, nos ha dispensado la divina providencia ganado suficiente para la manutención de los religiosos misioneros, de los indios y nuevas reducciones y para ocurrir a las urgencias de vuestro real servicio, como lo ejecutamos después de la invasión del enemigo in– glés en el año pasado de cuarenta dando "gratis et libenter" doscientas reses para la manutención de la gente del socorro que nos vino de Cuma– ná, con que se pudieron mantener cerca de doscientos hombres, hasta que nuestro gobernador y capitán general Don Gregario Espinosa de los Monteros pudo por el agua dar las convenientes providencias. Y habiendo el inglés en dicha invasión y hostilidad saqueado y que– mado dos pueblos de nuestra misión, otro los caribes y los demás sa– queados de los indios poblados que, persuadidos de su ignorancia, atri– buían a culpa nuestra y de los españoles la invasión de los ingleses; y, no pudiendo nosotros aplacar su desordenada conmoción y enojo, nos re– tiramos todos al amparo de un monte, hasta que Dios proveyese de re– medio o fuese servido de que le sacrificáramos las vidas antes que desam– parar tantas almas reducidas a siete pueblos y dejar totalmente despo– blada esta provincia, que es la llave del Nuevo Reino de Granada, Ca– racas, Barinas y Cumaná; pero Dios que piadoso atiende a las devotas súplicas de los suyos, se dignó atender a nuestra aflicción, y a pocos días nos restituimos a nuestras misiones y por el favor de Dios logramos pa– cificar todos nuestros indios, restituyéndonos parte de lo hurtado, pero
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