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XXIV INTRODUCCION los naturales esos mismos oficios. Igualmente se esforzaron por que los indios tuviesen sus labranzas, principalmente de maíz, yuca, arroz, plá– tanos, algodón, etc.; no sólo eso sino que, como se hace constar en una cédula de 1765, les enseñaban la manera de realizar los oportunos tra– bajos de siembra, recogida de frutos, etc. 28 Por otra parte, a fin de vestir a los indios y que ellos pudiesen atender esta necesidad posteriormente, además de enseñarles el cultivo del algodón, instalaron en los pueblos te– lares para confeccionar las telas, como lo dicen las relaciones de los Pre– fectos.29 Esas mismas relaciones nos dicen que en los pueblos existían tam– bién escuelas donde los propios religiosos enseñaban a los muchachos a leer, escribir, música y hasta instrumentos. 30 La existencia de estas escue– las y el aprendizaje de todo lo indicado lo hacen constar dos de los misio– neros en 1778. 31 Y, por no citar más testimonios para probar la con– tinuidad de tal enseñanza, valga por todos el de un religioso que estuvo en Guayana hasta la desaparición de esta misión, afirmando que, entre las ocupaciones del misionero una era "el instruir por la mañana a los muchachos por menudo en el catecismo, leer y escribir". 32 Y sería ocioso afirmar que fue la instrucción religiosa la primordial labor de los religiosos que diariamente daban a mayores y pequeños. A tal objeto fueron dadas no pocas ordenaciones tanto por los superiores como asimismo en las reuniones capitulares, las que se sabe eran observa– das escrupulosamente por todos. Asimismo esa enseñanza se hacía a ba– se de un catecismo único por uniformidad y en bien de los propios in– dios. A esto debe agregarse que fueron seguramente los misioneros de Guayana los que se valieron para ello, es decir, para el aprendizaje del catecismo de una y otra lengua, la castellana y la nativa. Así lo prescri– bían igualmente las ordenaciones y así se hace constar en no pocas cartas y testimonios, 33 y eso mismo confirman los vocabularios arriba mencio- 28. Cédula fechada en El Pardo, 5 febrero 1765 (Archivo General de la Nación. Caracas, Misiones, VI, ff. 98-9). 29. Así lo hace constar sobre todo el P. Bruno de Barcelona, en la relación de! estado de la misión, en 1772, que se publica asimismo entre los documentos. 30. Cfr. el contenido de la cédula de 1765, nota 28. 31. Cfr. las cartas de los PP. Joaquín de Barcelona, Ayma, 5 abril 1778, y Félix de Villanueva, Cupapuy, 22 marzo 1778, en Venezuela Misionera, 27 (1965), 44-47. 32. NrcoLÁS DE VrcH, o. c., 34, nota 30. 33. Fue un punto sobre el cual se insistió en casi todos los Capítulos, según se verá por las ordenaciones que se publicarán en la parte documental.
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