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INTRODUCCION XXIII Se formaba luego con los reducidos una nueva población o eran agregados a otra existente ya, sobre todo si eran indios de la misma cla– se o nación. Como ya veremos por las relaciones y estadísticas, en la ma– yoría de los pueblos convivieron varías clases o naciones juntas. Respecto de la forma dada a estas poblaciones se observó en un to– do lo ordenado por las leyes de Indias y, si bien es cierto que los misio– neros no dan descripciones pormenorizadas de las mismas, sí se hacen lenguas del buen orden, de la alineación de las calles, buena construcción de las casas, etc., algunos gobernadores, entre ellos Díguja, como también algunos visitadores eclisiásticos, por ejemplo, Abbad y Lasierra. 23 Y a pro– pósito de esto mismo es un testigo en cierto modo de excepción John Princep en la relación de su viaje a los pueblos misionales del Caroní so– lamente un año después de la muerte de los últimos misioneros. Allí ha– ce resaltar la excelente disposición de los pueblos por su buen trazado de calles, las casas bien construídas, con buenos materiales empleados, ín– ciuso en puertas y ventanas, etc. 24 Con el testimonio de Princep concuer– da en un todo Andrés E. Level, veinte años después, quien pondera eso mismo y también las iglesias levantadas por los misioneros, algunas de las cuales han subsistido hasta nuestros días. 25 La mejor de ellas fue se– guramente la del pueblo de Caroní, donde tenía su residencia los últi– mos años el Prefecto o superior de la misión junto con el P. Procurador, iglesia que ha sido restaurada por Graziano Gaspariní. 26 De todos mo– dos bien segura es por otra parte la afirmación del P. Benito de La Ga– rríga en 1779 : que los pueblos estaban bien formados y que asimismo las iglesias eran muy buenas, grandes y bien provistas de ornamentos. 27 Aparte de lo indicado, he de hacer notar que los misioneros de Gua– yana dedicaron sus cuidados a preparar los indios para el futuro, es de– cir, para que ellos pudieran luego valerse y atender a todas sus necesida– des. Así enviaron religiosos que no eran sacerdotes pero que eran exce– lentes albañiles, carpinteros, hasta forjadores de hierro, para enseñar a 23 . Así lo hace constar Diguja como igualmente Abbad y Lasierra, en las relacio– nes de sus visitas, que se publican en la parte documental, y del mismo modo lo consignan los misioneros, sobre todo los Prefectos, al dar cuenta del estadc de la misión. 24 . JoHN PRINCEP, Diario de un viaje a las misiones capuchinas del Caroní, Cara– cas, 1975. 25. Cfr. MARC-AURELI VILLA, Els Caputxins catalans a V enezuela, Esplugues de Llobregat, 1969, 23s. 26. G. GASPARINI, Templos coloniales de Venezuela. Caracas, 1959, 1.35-39. 27. Cfr. MARC-AURELI VILLA, o. c., p. 231.

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