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JNTRODUCCION XIX dor. Dejo para más adelante lo relativo a la reducción y catequización de los indios, de que también se ocupa el propio Alvarado. b) Medios de vida y de progreso. - Hay que afirmar, porque así fue realmente, que el haber renunciado los Jesuitas y otros religiosos a continuar misionando en esta parte de Guayana, se debió a que no era posible su permanencia allí por considerar la tierra estéril y sin recur– sos para la vida; lo propio sucedió a los Capuchinos llegados a aquellas tierras antes de 1723. Ese mismo problema se presentó a los que arriba– ron a Guayana después de esa fecha, por lo que, sin intimidarse, trataron de resolverlo a base de buscar medios para lograr una subsistencia se– gura, y al propio tiempo proporcionar para la misión una economía fuer– te, capaz de atender sin agobios grandes las muchas necesidades de todo género que consigo llevaría forzosamente el desarrollo de la misión. El medio principal fue la formación de un hato de ganado vacuno, que tendría éxito rotundo. Lo planeó y organizó el primer Prefecto o su– perior, a partir de 1724, el P. Tomás de Santa Eugenia, quien, en un arranque atrevido pero providencial, se dirigió a Cumaná en busca de reses con dicha finalidad, que fueron unas ciento en total. Llevadas al pueblo misional de Suay, fue éste convertido en una auténtica granja que bien pronto se consideró insuficiente, por lo que en 1735 se trasladó al nuevo pueblo formado con título de Divina Pastora, donde los pastos eran más abundantes y de mejor calidad. Aquel "hato de la Divina Pas– tora" tan conocido y tan famoso, lo fue con toda justicia, porque consti– tuyó el centro de aprovisionamiento de todos los pueblos de indios de aquella provincia y a la vez de cuantos vivían en Guayana. Más aun: fue la base y el gran medio de adelanto y de prosperidad económica que al– canzó esta misión. Este hato contaba ya en 17 45 con 8.000 cabezas de ganado vacu– no, cuyo número aumentó considerablemente llegando a tener en 1763, según Centurión, nada menos que 30.000, cifra que me parece bastante exagerada, como asimismo otras que en años posteriores pone en varios documentos el mencionado Comandante militar de Guayana. Sin embar– go, aun admitiendo que fue sumamente difícil llegar a formar un cómpu– to exacto, sí he de reconocer que los propios misioneros reconocen que, en los últimos años del siglo xvm, aquel hato podría reunir cerca de- 90 .000 cabezas. Digo aquel hato, porque llevó siempre ese nombre de la Divina Pastora, pero, como bien se deja suponer, una tan gran canti– dad de reses no era posible tenerlas solamente en dicho pueblo, sino que estaban distribuidas por lo menos en otros 45 pueblos o sitios distintos.
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