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XVIII INTRODUCCION re conocer, incluso con detalles, el comportamiento de los misioneros, tanto como religiosos, en calidad de evangelizadores, en el aspecto parti– cular, en relación con los indios, en asuntos económicos, etc. Alvarado hace un cumplido elogio de la vida llevada por estos mi– sioneros en el porte religioso, disciplinar, hasta penitencial, etc., ajusta– do en un todo a lo ordenado en la legislación capuchina. También habla de este mismo porte en su actuación como misioneros, en el modo de ha– cer los viajes, en los que forzosamente tenían que valerse de caballos y usar ropas y calzados desacostumbrados, añadiendo incluso que "han arma– dos de pistola y sable para defenderse (de los animales) en caso de necesi– dad", recalcando que usaban en el desempeño de su apostolado cosas que, estando en España, no les hubiesen estado permitidas. De todos modos resalta su ejemplaridad, como lo hace a su vez el gobernador de Cuma– ná Mateo Gual al escribir: "Llevan una vida ejemplar, entregándose a los cuidados de su ministerio; mantienen la paz y la unión entre sí y cuidan de la conversión y preservación de los indios así como de la pro– pagación de nuestra santa fe" .13 Igualmente Alvarado se detiene en describir el modo de llevar la parte administrativa y la cuestión económica, tanto por lo que respetaba a los individuos como a la misión en general: la cooperación de todos a los gastos comunes, a la distribución de los sínodos y de las limosnas, del producto de los hatos, etc., y mucho más a los gastos ocasionados al llevar a cabo una nueva fundación . También resalta las atenciones que prestaban para atender al bienes– tar de los indios, no sólo en el orden espiritual, instrucción, catequiza– ción, etc., sino que del mismo modo se preocupaban de su bien mate– rial, proporcionándoles herramientas para sus labranzas, haciendo que cada uno tuviese sus siembras de yuca, plátano y otras plantas o raíces, puesto que, consiguiendo esto, los tenían más seguros en los pueblos. Y a eso se añadía el repartirles carne gratuitamente casi todos los días. Por otro lado, aparte de esas labranzas particulares, se tenía la de co– munidad, de la que luego se sacaban frutos o productos que el misionero empleaba para comprar ropas y utensilios necesarios, como cuchillos, ma– chetes y hachas que distribuía gratuitamente a todos por considerarlo re– tribución a su trabajo. Remito al lector a ese extenso informe de Alvarado para que se dé cuenta del régimen observado por aquellos misioneros de Guayana en múltiples cosas que ofrecen singular interés al misionólogo y al historia- 13. Palabras del gobernador de Cumaná Mateo Gual, en HUMBERT, o. c., 253.

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