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140 FUENTES PARA LA HISTORIA COLONIAL DE VENEZUELA nuestro Señor ha obrado en beneficio de las almas de los indios natura– les, que se han juntado, dejando los muertos aparte, en cuatro misiones en esta isla, más de dos mil almas que hoy viven en ellas. Los bautizados que tenemos escritos en los libros de los bautismos son mil seiscientos treinta y seis. De los párvulos han muerto la terce– ra parte, y por la experiencia hallamos que los dichos párvulos, antes de llegar al uso de la razón, mueren y se van a gozar de Dios de las tres partes las dos. Los adultos muertos después de haber recibido el santo bautismo son 250, que por haber muerto dispuestos, creemos que tam– bién gocen de Dios. Con que en este breve tiempo se ve en ellos lograda la sangre de nuestro Señor Jesucristo y el pío y católico celo de V.M. Los muchachos en todas las misiones los más saben leer y algu– nos escribir y cantan las misas por sí solos, que parece un coro de án– geles, como lo dicen los españoles y vecinos de esta isla, que vienen en estas misiones, y asimismo cantan el rezado en su lengua y en es– pañol; los adultos son constantes y firmes en habitar en las misiones; casi todos saben ya lo que es necesario para bautizarlos y de éstos hemos casado a muchos por la Iglesia. Esto es, señor, lo que se ha ganado en el breve espacio de siete años, con solo el trabajo y diligencia de los misionarios, como ya lo es– cribió a V.R.M. el gobernador y capitán general D. Sebastián de Rote– ta; y asimismo el Maestre de Campo D. Francisco de Meneses, goberna– dor y capitán general del presente gobierno, da informe a V.R.M. de lo que ha visto; dejo otras muchas circunstancias muy del agrado de Dios por no cansar a V.R.M. y asimismo dejo las enfermedades, pena– lidades y trabajos (que) hemos pasado para gloria de Dios y para cum– plir el católico y pío celo de V.R.M. en la conversión de estos pobres indios. Asimismo, no sin gravísimo dolor y sentimiento, presento a V.R.M. el estado con que se van poniendo estas misiones y las aflicciones tan sentidas de los misionarios sus vasallos, con que al presente estamos combatidos por ver que todo lo ganado parece que todo el infierno pro– cura acabarlo de una vez. Señor: entre tanta muchedumbre de infieles hay muchos que aborre– cen las misiones; no conociendo el bien, se están a los montes escondi– dos, y éstos son tropiezo para los que ya viven en las misiones, y con sus malos consejos malean a los reducidos a que se vuelvan a los mon– tes, que pierden el respeto a los Padres misioneros, y, para obligarnos a que los dejemos, nos hacen muchos oprobios e injurias. Muchas veces

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