BCCCAP00000000000000000000219

MISION DE LOS CAPUCHINOS EN GUAYANA 131 para rezar, que todos, hombres y mujeres y muchachos, acuden a la igle– sia, y los muchachos a la escuela. Y en esta misión los muchachos que tengo, todos los días a la escuela: pasan de 60, que les aseguro que es harto trabajo para mí, como se puede considerar. No dejarán de reparar cómo puedo darles lección, enseñarles la doctrina y escribir y ayudar la misa y cantarla. Respondo que como tengo algunos muchachos que no se han movido de la misión, que leen bien, hago que den lección a los pe– queños y enseñarles la doctrina en particular, después la cantada a todos. A hora de misa y de Completas se toca a rezar, y la iglesia, aunque es harto grande, se llena de indios e indias. Seis muchachos les cantan todo el rezado y los otros responden. Acabado de cantar, tomo seis mu– chachos y yo les hacemos preguntas de la doctrina a cada uno del audi– torio. Acabado esto, yo con voz alta hago las preguntas en común de los misterios de nuestra santa fe y a cada pregunta responden todos con voz alta, hombres, mujeres, muchachos y muchachas, y de esta manera a los viejos siempre se les imprime alguna cosa, que, por ser tantos, to– dos no pueden ser preguntados en particular. Lo mismo hacen los de– más misionistas, si quieren cumplir el oficio de misionario. Todos los sábados, domingos y fiestas se canta la misa, así está or– denado a las demás misiones; en medio de la iglesia tienen el coro los muchachos, cantan la misa, la resgistran, dicen las Epístolas por sí solos sin asistencia de religioso: que los seglares que llegan a esta misión ala– ban a nuestro Señor de ver que unos muchachos que no conocían a Dios, que con tan breve tiempo se hallan tan aprovechados. Después de haber rezado a la tarde a los indios, se quedan los muchachos y con éstos re– zamos el Rosario de Nuestra Señora a coros; después se dicen las Leta– nías y se gana la indulgencia y los religiosos nos quedamos a la oración. Cuando entierro algún difunto, algunos de los dichos muchachos ayudan a cantar los salmos y decir alguna lección de difuntos; aunque alivian algo, les aseguro que a la noche por mi edad me hallo bien can– sado: sólo nos falta algún religioso que supiera de cantos. Cuando no estoy bueno u ocupado, nuestro R.P. Prefecto lo hace todo; él todos los días visita el pueblo, y sin esto no le faltan hartas ocupaciones por su oficio. Lo que más siento, por ser sobre mis fuerza, es el visitar el pueblo cuando el Prefecto está fuera de la misión: que no soy ahora pa– ra tanto sino para lo que tengo referido arriba; no faltan otros cuidados de casa y de los indios: al fin hago lo que puedo. Los bautizados que he hallado escritos en el libro de la misión de la Sabana Grande denominada la Anunciata, son 513; los de la misión

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz