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estaba presente. La impresión de aquella no– che me duró durante el día de domingo, que era la festividad de Cristo Rey. Pelea de gallos y otras peripecias pastorales Todos los padrecitos han tenido el amor y respeto de aquellas gentes, pero la autoridad del Padrecito Bernabé estaba en la cima. Y así se comprenden ciertos métodos pastorales. Una vez -y esto me lo han contado muchos misioneros de Ecuador- había una pelea de ga– llos, y el P. Bernabé estaba tocando a misa. Creo que en Pacto. Sonó la primera, sonó la segunda, sonó la tercera. Los espectadores estaban remo– lones, más ávidos por el interés de la pelea que .de la Misa. Y ¿qué hizo el P. Bernabé? Muy sen– cillo. Salió a la palestra, agarró a los gallos del pescuezo, los encerró en la sacristía o donde pu– do, e invitó a la gente a ir a misa..., como proce– día. Y no pasó nada. Luego siguió la función. 94 Esto es lo que todo el mundo cuenta. Y otra vez..., en Pacto. Aquel domingo de ·Laetare~ me llevé una sorpresa desagradable y disgusto. Sin contar conmigo me organizaron una fiesta profana, mezclando con los actos religiosos, lo que nos disgustó bastante y lo hice notar ante las au– toridades eclesiásticas. A los ocho días, el sá– bado del domingo de Pasión, por la noche se formó un baile en una familia con motivo de novios. Al día siguiente en la Santa Misa ma– nifesté toda la amargura que me habían cau-

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