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blos, aunque pocos, donde confundían a la Or– d en Tercera con partidos políticos, porque algunos de sus miembros habían militado en un bando o en otro. Cuando volvía al convento, me desahogaba con los frailes (...). Pero el P. Bema– bé, que tuvo que sufrir tanto o más que yo por la misma causa, callaba. Entonces comprendí la suma discreción que tenía para no hablar nunca mal del prójimo. Yo nunca le oí murmurar de nadie... ~ Un dardo al corazón El P. Bernabé avanza más y más en la espe– sura. Dios le conduce. En los primeros meses de Fuenterrab ía llegamos a un punto culminante de la vida del P. Bemabé. Lo escribió de ancia– no. Había hecho los Ejercicios con la comuni– dad d el 1 al 8 de septiembre. Y el día 8 de sep– t iembre... El 8 de septiembre, que en aquel año cayó en domingo, después de haber celebrado la Santa Misa, estaba en el coro en la acción de gracias de la Santa Misa; sentí un dolorcillo, no muy fuerte, en el costado izquierdo, en el lado del corazón. Pasó sin más. Creo que aquella semana fue un tanto deso1-ada. Al domingo siguiente, que era el 15 de septiembre, festividad de los Dolores gloriosos de la Virgen, así como el 8 había sido l.a festi– vidad de su Nacimiento, estando en el coro en el mismo lugar, también en acción· de gra– cias después de la Santa Misa, y a la misma 61

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