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adelante. No precisamente porque sentía el vacío del estómago, sino una debilidad tan grande en la cabeza, que no era capaz de ha– cer nada. Así el tiempo se me hacía intermi– nable. Fue, sin duda, mi buen Jesús, que me pe– día aquel sacrificio, pero fue duro para mí. La bella historia de Fray Vicente Fray Vicente de Villafranca de Oria es una flor blanca, preciosa, tronchada a los 21 años de edad; una vida que mereció un libro cariñoso para ser contada (Carmelo Tecedor Hernáez, Mi– sionero de vanguardia, Impreso en Taller:es tipo– gráficos de Feo. Ezquiaga, Beasáin, Guipúzcoa, 1954). En el verano de 1936 Fray Vicente llegó tu– berculoso al convento de Alsasua. No solo co– nectó con el P. Berbané; lo tomó como di rector espiritual y llegaron ambos a una amistad ínti– ma y deliciosa. El medio fue la sintonía exacta entre sus almas: la esclavitud mariana, Santa Te– resita, el ofrecimiento de víctima. Fray Vicente queria la curación para ser misionero. Y recor– dando lo que hizo San Estanislao de Koska, también él escribió una carta a la Madre del cie– lo, para pedirle un milagro, la curación. Escribió atta, quejándose dulcemente. El P. Bemabé le propuso que se ofreciera como pequeña víctima a ejemplo de Santa Tere– sita. Juntos hicieron el ofecimiento el 4 d e sep– tiembre de 1936, primer viernes de mes. Aceptó la voluntad de Dios en la paz. El 25 54

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