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nado coger el tren, y que al P. Bemabé, sin que– rer, se le pasaba... Cuentan muchas cosas. Lo que sabemos de sus propias palabras es esto: Al principio del año 1936 -era el mes de enero- yendo a un pueblito, llamado Torra– no, en el camino me cogió una tempestad y me mojó, y a causa de ello cogí una gripe fuerte. Aquella enfermedad me valió unas fuertes reprensiones del que entonces era Guardián del convento de Alsasua, el P. Sal– vador de Vitoria. Creyó él que un servidor, por no ir en el tren, me había mojado. Es ver– dad que tenía el gusto de andar a pie. Creo que en aquella ocasión fui un rato en el tren, después bajé y seguí caminando a pie y me mojé. Este incidente ha pasado a la historia. El frío y el ayuno eucarístico He aquí un testimonio conmovedor de unos sacrificios que le pedía "el buen Jesúsu. En el convento de Alsasua me tocó pasar bastante frío durante el tiempo de invierno. Antes también en Pamplona y después en Fuenterrabía, los años que permanecí en aquel convento. Creo que uno de los sufri– mientos físicos más fuertes ha s ido el frío, da– do mi temperamento. No menos sufrí, primero en Alsasw;¡ y des– pués en Fuenterrabía, el ayuno eucarístico, que entonces era desde las 12, a media noche. Para mí las misas tardías eran casi un tor– mento, sobre todo de las 1Ode la mañana en 53
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