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abundancia, y que no imitamos a nuestro Pa– dre S. Francisco, que solía repartir su pobre comida con los otros pobres (6-III-1935). ¿Qué hacer? Se debate en estos pensamien– tos, porque quisiera olvidar... E] director le res– ponde con los consejos oportunos: si realmente ve abusos, manifiéstelo en la visita del P. Provin– cial. El P. Bemabé no es un critico amargado, ni mucho menos. Es el hombre de Dios que mira a J esús crucificado y se siente solidario con los pobres, como Francisco de Asís. Por los pueblos al servicio de los terciarios franciscanos El P. Bernabé tiene una ocupac1on concreta donde derramar su amor al Seráfico Padre San Francisco. Es el cuidado de las Hermandades de la Orden Tercera -los terciarios de San Francis– co- en la villa de Alsasua y en los pueblos de La Barranca, que componen el distrito de esta Hermandad central. Son años en los que en a– varra florece la piedad y la Orden Tercera se halla en su apogeo. La . Crónica conventual de Al– sasua nos da la siguiente estadística de tercia– rios y terciarias correspondiente al año 1935: A1- sasua 13 7, Arbizu 317, Arruazu 299, Bacaicoa 100, Echarri-Aranaz 308, Huarte-Araquil 77, Irañeta 104, Iturmendi 117, Lizarraga 77, Una– nua 70, Torrano 76. El P. Bernabé tenía tarea para todos los fines de semana atendiendo a los terciarios. Prefería 48
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