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Bernabé en el Teologado Capuchino de Pamplo– na. Hay una nota dominante en su espirituali– dad. Lo sabemos: la Pasión de Jesús. ·En los años que permanecí en el Colegio de Teología revi– vió de modo especial en mi alma la Pasión de N S. Jesucristo... S e me presentaba Cristo crucificado con rnayor viveza, por decirlo así, y siempre rela– cionado con la salvación de las almas". Hay que imaginar sin ningún esfuerzo que a esa identifación progresiva en su alma con Cris– to doliente, la austeridad corporal no andaba re– misa. Valga una anécdota. Un día recogió de la sa– cristía trozos de pan, ya con moho, dejados en su momento por los monaguillos. Los llevó al comedor. Intervino su compañero de la izquier– da, Fray Rogelio de Bedoña; se hizo el sordo. Apeló al compañero de la d erecha, que era el P. Fidel de Torrano, un sacerdote diocesano entra– do en la orden, y ahora sí, oyó y obedeció. Nuevo descubrimiento: La Mística Ciudad de Dios Tocamos otra fibra íntima del P. Bernabé: su conexión con los místicos marianos que han tra– ducido en el misterioso lenguaje de visiones y revelaciones las honduras de la fe. Desde el noviciado había oído hablar, so– bre todo al P. Maestro de novicios, de la obra de la Vble. María de Jesús de Agreda, La Mística Ciudad de Dios. Fue en Pamplona 37
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