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24 sente esta consagración a Jesús; asi lo espero y en vos me abandono, pues vuestro soy, Ma– ria. Oh Corazón de Jesús, quién soy yo para presentarme ante vuestra majestad. ¡Ah!, soy el gusanillo en quien habéis fijado vuestros divinos ojos, soy un reflejo de vuestra miseri– cordia sin fin. ¡Oh sí!, yo me arrojo en el océano de misericordia de vuestro dulce Co– razón; ahi contemplo mi porvenir y en vos es– tán cifradas todas mis esperanzas. Sí, después de haber pecado y de haberme separado de Vos ¿a dónde he de acudir, sino a Vos, que me tendéis vuestros brazos perdo– nándome amorosamente e invitándome a en– trar en vuestro mismo Corazón? S í, por Vos sólo quiere vivir, sólo por vuestro amor tra– bajar y por vuestro amor sufrir, dulce Jesús mío. Vos por mi amor habitáis en una blanca hostia, permaneciendo noche y día en el Sa– grario. ¡Oh Amor misericordioso! ¡Con qué ge– midos tan indecibles oráis continuamente a vuestro Eterno Padre por nosostros desde la prisión del Sagrario! ¡Oh cuánto deseáis la salvación de las almas! Por ellas os anona– dasteis haciéndoos hombre, vivisteis oculto y humillado y moristeis desamparado. A tales extremos os condujo el amor infinito que nos teníais; y finalmente por los hombres vivís ahora en el Sagrario. Todo lo habéis entregado al hombre, y, Bien mío, ¿no podréis encontrar almas que del todo se entreguen a Vuestro Amor Miseri– cordioso? Sí, Jesús mio, yo, miserable pecador
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