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valioso y debemos cultivarlo para responder bien al Señor. (...) Ya en curso, recordando el vocación, había uno de Cintruénigo que le pinchaba la mano con un alfiler y le decía: - El vocación, el vocación... Sarasola nunca respondió nada, optó por vi– vir callado; plegaba la mano". Estas anécdotas, que empiezan a nimbar la figura del P. Bemabé, suenan a "cuentos de san– tos·. ¿Qué le vamos a hacer si la cosa era así? Otro botón de muestra de un compañero mayor, Carlos Argaya, que fue su Angel Custo– dio, es decir, el veterano del curso precedente que se asignaba a cada recién llegado para in– troducirlo en los usos y costumbres del Semina– rio. "Y o conocí ya al Padre Bernabé en la Escue– la Seráfica, y fui alli su Angel Custodio cuando él ingresó. En muchos recreos se destacaba del grupo de los compañeros y se ponía en plena plaza a hacer el Vía Crucis. Recuerdo que me dijeron que no le dejase; pero era inútil, pues él ya desde entonces era, como todos los santos, un poco terco en sus devociones·. El retrato genuino Desde fuera se pueden decir muchas cosas originales acerca de ese seminarista especial, pa– cato, interiorizado, que no va a crear ningún problema subversivo a los superiores; desde dentro, he aquí una imagen de síntesis, que re– sume su vida de Seminario y nos da su genuino perfil. Ha escrito así en unas notas espirituales. 18

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