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La iglesia estaba repleta de fie les: religiosas y religiosos, seglares de Quito y amplia represen– tación de la Zona. Peregrinación a San Miguel de los Bancos Al expirar el P. Bemabé, el primer pensa– miento fue darle sepultura como a los demás religiosos. Sería enterrado en Quito, en bóveda, y se decidió formalizar los trámites. Pero los moradores de San Miguel de los bancos suplicaron al P. Viceprovincial de capu– chinos les concedieran la gracia de trasladar al Padrecito Bemabé a la iglesia de San Miguel que había levantado. Y así fue. Emotiva la despedida de las religiosas de di– versas congregaciones allí presentes; pero el ges– to más impresionante fue la organización del cortejo fúnebre. Los nativos se a poderaron del féretro y lo pusieron en un camión descubierto. En tomo a la urna del difunto acomodaron ban– cos. Se sentaron con provisiones de comida pa– ra el viaje, que iba a ser muy largo. La cabina del camión iba adornada con signos cristianos, en mezcla d e exequias y alegría. o faltaron las flores. Partió la comitiva, al son de cánticos maria– nos. Tras el camión venía la caravana de carros. Los Superiores de la Viceprovincia, entre otros, acompañaron al h ermano difunto. De Quito a San Miguel de los Bancos hay 94 kilómetros. Los cu atro últimos kilómetros se hi– cieron a pie, cargando el féretro a hombros. El trayecto duró nueve horas. Las gentes de 165
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