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Y el doctor contestó: - Estoy esperando los análisis de laborato– rio, a ver qué dicen. Según los resultados, habria que hacerle la diálisis, que es muy dolorosa. El P. Santiago pasó a la habitación; el enfer– mo se encontraba sosegado. A las 10'15 le traje– ron un jugo de papaya. Toma un poquito, pero el organismo lo devuelve. A las 10'30, una medi– cina; lo mismo. Y al poco tiempo comienza su agobio..., con– gestión en el rostro, sudor. El cuerpo estaba ten– so. Llaman al médico. Le toman la presión arte– rial, que da 220. El enfermo está pasando muy mal rato. El P. Santiago, al oído del paciente, le sugiere pala– bras de confianza en Jesús y Maria. Vuelve el sosiego, pero luego el agobio, paro– xismo, jadeo. Llaman de nuevo al médico. Le ausculta. Repentinamente se produce un relax... - Doctor, se nos va, dice el P. Santiago al médico, y sale de la habitación para llamar por teléfono. "Ya no pude entrar, porque el equipo de médicos y enfermeras intentaron en \'ano re– acti\'ar el corazón. Cuando salen, me dicen: - Ha muerto; no hemos podido. Son las 11 ' 15 del Yiemes". Día 29 de abril de 1988. El P. Bernabé ha muerto. Sus ojos estreme– cedoramente se han posado en algo, en Al– guien..., en la verdad, en el amor, en el Dios eter– no. Una mirada inolvidable. Luego la paz soberana ungió su semblante. "Quedó con una paz y suavidad increíble, comparado con el do– lor anterior. Realmente inspiraba paz" (P. San– tiago). 163

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