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Los jóvenes de nuestro Aspirantado tenían mucha curiosidad por conocerle. Habían oído anécdotas sobre él. pues algunos de los aspiran– tes eran de la zona de San Miguel de los Ban– cos. Por eso quise que les celebrase la Eucaris– tía en un par de ocasiones y les dirigiese unas palabras. Después me enteré que en una ocasión no pudo leer las oraciones ni el Evangelio, por lo que pidió a un aspirante que leyese y él iba repitiendo las frases. En esa Misa le dio un pe– queño desmayo después de la Consagración, pe– ro se _repuso y pudo terminarla·. Muy poquitos días, poco más de cuatro, estu– vo el P. Bernabé en la fraternidad de !barra. ¡Nos llaman a Bodas! "Animo, nos llaman a Bodas·, así escribía el P. Bernabé a un religioso capuchino, dándole aliento para aceptar la enfermedad y la previsi– ble partida. Ahora siente que se prepara a las nupcias eternas. Sí, P. Bernabé, se acerca el Esposo; llaman a Bodas. El sábado por la noche, día 16 de abril (¿o fue acaso el domingo por la noche?), personas amigas lo trasladan de !barra a Quito. El lunes se encuentra mal; va a casa del Sr. Benito García, a quien ya conocemos como cola– borador en los ministerios de San Miguel de los Bancos. El martes, 19, Benito lo lleva a la Clínica Pasteur, para análisis y transfusiones de sangre. Alli reside el P. Bernabé hasta el sábado, día 23. 160

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