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Por el mes de enero del 86 pasó una tempo– rada en el convento de Portoviejo. Le favorece aquel clima seco, y le hace bien el andar, dice. Se repone un poco. La Cuaresma y Semana Santa las celebra en San Miguel. Torna de nue– vo a Portoviejo para mayo y junio, cansado y sufriente. En julio está En San Miguel y sigue allí, atendiendo según sus escasas fuerzas las obliga– ciones esenciales. Desde la recaída del año pasa– do ya no sale a lo~ recintos. A sus 79 años recién cumplidos escribe: La preocupación mía es que quede aban– donada toda esta zona misional sin Pastor que les pueda atender. A pesar fie que me siento tan inútil de varios lugares me recla– man rogándome que les atienda en la medi– da posible. Ya no puedo, les digo. Ya no me es posible andar a caballo como antes. Pero haré lo posible -les digo- para que sean atendidos de alguna forma (A las Clarisas de Arizcun). A finales de septiembre escribe una carta al Arzobispo de Quito, ·exponiéndole mi situación de que me sentía incapaz de estar al frente de· la Pa– rroquia y atender a las necesidades espirituales de los feligreses". El Arzobispo le promete hacer lo posible para buscar una solución, acaso envian– do a alguien a través del "Fidei donum·. Pasan los meses sin que se remedie la nece– sidad. Hubo un tiempo en que el P. Bernabé tu– vo junto a sí la compañía de un aspirante a ca– puchino, Javier Echenique, hoy ya religioso. 153
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