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las circunstanci.as en las que me encontré me llevaron a desear un cierto aniquilamien– to de mi pobre ser, y a desearlo como el su– premo bien. Al encontrarme en ocasiones contrariado en todo, frustrados mis humildes deseos, aspiraciones, peticiones, al palpar mi propia inutilidad en general, parece que todo eso me quiere conducir a buscar el último lu– gar, querer llegar al aniquilamiento de este pobre y miserable ser... ¿Para qué? Para dar lugar al Espíritu de Cristo Jesús, que se pose– sione del todo de la criatura insignificante... Llegar a ser nada...., para que Cristo sea el "Todo·. Esta súplica la hago en el momento de la Sda.. Comunión. Creo que tendría senti– do la frase de San Pablo: "Vivo ego... jam non ego... vivit vero Christus in me». No se podrá dudar que todo lo precedente pide una abnegación total renuncia del todo, aun de lo bueno, de lo lícito, para estar aten– to a cada momento a los movimientos del Espíritu, ya que todo ello será obra de la gra– cia, y tan sólo de la gracia. Con todo, en oca– siones la criatura sucumbe, sucumbe en la fiaqueza suya. Será preciso ir adelante en la lucha (carta del 29 de abril de 1986). El P. Bemabé parece un gigante en la lucha final...; pero no, no: dejémosle en sus dimensio– nes exactas: es una víctima inmolada, es un po- . brecillo del Señor, en su a lma reina la paz. Lo dice en sus cartas. Pero vamos a acercarnos con más detalle a esta filigrana última de su existencia. 149

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