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de, de 15 a 20 minutos de duración. Al final nos decía: Ahora les dejo a la acción del Espíritu Santo. Terminada la plática, como estábamos creí– das de que escuchábamos a un santo, dejándo– nos llevar de la curiosidad -quién más, quién menos- le seguíamos los pasos a través de las celosías, y lo veíamos inmóvil ante el sagrario o haciendo el Vía Crucis con los brazos en cruz, dándose golpes de pecho, si es que no pasaba al confesonario, pues estaba a nuestra completa disposición. La Eucaristía la celebraba por la mañana, con mucha unción, sin prisas. U_n día que tarda– ba en venir a desayunar, la hermana tornera mandó a la mandadera a llamarlo, y ésta se lo encontró en la sacristía postrado en el suelo con el manto puesto y los brazos en cruz, y asustada no le quiso molestar. (...) Durante los días de los Ejercicios pedía con insistencia oraciones a la comunidad por un jo– ven a quien deseaba convertir, visitándolo dia– riamente. El último día, muy contento, dijo a to– da la comunidad que por fin se había confesado. Lo llevó al joven al altar, encendió todas las luces, hizo con él la consagración a la Virgen, y al pasar para desayunar, dijo a la tor– nera: 'Hoy saque dos desayunos'. Así terminaron los Ejercicios, en una fiesta de alegría para el P. Bemabé y la comunidad que la compartió con él". * ¼ * El retazo transcrito es el testimonio admira– tivo de un santo penitente, or ante, cercano, que con su vivencia transforma las almas. 142
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