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atencwn, respeto, amor y obediencia. Aquella luz o impresión recibida me ha durado a tra– vés de la vida, hasta el presente. Fue, pues, peregrino a Roma. Llevaba una carta para el Santo Padre. Le hablaba de la Vir– gen... En una audiencia común pudo saludar al Papa Juan Pablo II y depositó en manos de un monseñor acompañante la carta que dirigía al Santo Padre. De Roma a la tierra el Señor. Dejemos que nos lo cuente. 136 Me concedió también el buen Jesús el po– der visitar los Santos Lugares, en los que qui– so El vivir humanado. Quiso ser uno de no– sotros. Experimentó El todas nuestras necesidades humanas, menos las consecuen– cias directas de nuestro pecado. Padeció y murió por nosotros. Resucitó para ser nuestra resurrección final. ¿ Y qué pueao decirle de mis impresiones en los Santos Lugares? Todos los lugares en los que nuestro Divino Salvador realizó nues– tra Redención son venerandos y encierran misterios de amor divino. Para mí en particu– lar el lugar de mayor devoción fue la Capilla o Iglesia de Getsemaní, en donde nuestro Di– vino Jesús se postró en tierra sobre la piedra y oró al Padre en medio de su terrible agonío.. Hubiera querido un servidor permanecer lar– go rato en aquel lugar, postrado en tierra, queriendo hacer compañía a Jesús en aquella hora decisiva de la suerte de los mortales a quienes iba a redimir con la muerte más que
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