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padrecito cojeaba mucho, le cogen en un carro y le llevan a la población de Santo Domingo. De allí pasa a Quito y de Quito a San Miguel de los Bancos. Menos la dislocación todo salió providente, como el encuentro a tiempo con su compañero Serapio Gurbindo (el P. Serapio es compañero de curso en la carrera sacerdotal). Este había marchado a San Miguel en busca de Bernabé, pero no lo encontró. Se esperaba un milagro, corno una "bilocación·, pero no hubo más que una dislocación del pie que lo rnatuvo hinchado hasta su retomo. Total: vuelta a la parroquia en quince días (Fraternidad, núm. 18, junio 1975). * * * El relato vale como botón de muestra. A lo largo de bastantes años, hasta septiembre de 1985, esto es lo que hace el P. Bernabé: caminar corno misionero. Es inútil para esta semblanza que acumulemos. datos, dando el recuento de sus correrías. Las páginas de los Hechos de los Apóstoles, de aquellos misioneros itinerantes que en po– breza y con la potencia del Espíritu Santo, ho– llaban los caminos, reviven aquí. Y lo mismo aquella página de la Regla del Seráfico Francis– co: De cómo los hermanos han de ir por el mundo..., humildes, pobres, modestos, honesta– mente hablando a todos, como conviene..., y en cualquier lugar donde entren, digan: La paz sea en esta casa. 128

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