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Recuerdo que en la víspera de la Inmacu– lada (1966) recibí una visita del Señor, que consistía en utza elevación espiritual de afec– tos, etc. Uno de los recuerdos que tengo de los años 1967 y 1968 es que encontraba un ali– mento especial para mi alma en el Vía Crucis meditado. · Visita a la madre patria Se habían cumplido siete años d e estancia en Ecuador y según las normas de la Custodia de Ecuador, era libre para hacer una visita a la provincia. ·Mantenía co"espondencia epistolar con algunas personas con las que me unía una amistad espiritual: escribe en sus notas. Sin d u– da que esta razón era muy importante para él, rasgo bien significativo del humanismo del P. Bernabé. Además, un viaje a la madre patria era una oportunidad óptima para recaudar fondos para sus iglesias y capillas. Vino a la provincia. Partió con su tocayo, el P. Bemabé Villanueva, misionero de Aguarico, el día de San Pedro de 1969. Y se juntaron en el retorno en el mes de noviembre. Lo que pasó en el aeropuerto a la salida de Quito es una estampa de puro sabor francisca– no. Lo recuerda una misionera: "Una vez que re– gresaba a España para pasar unos pocos meses de vacaciones, fuimos a acompañarle a l aero– puerto. Su único equipaje era una muda de ro– pa interior, el breviario y unos kilogramos de plátanos. ada más. Cuando pasó por la aduana, 107
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