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de Dios. A mediodía la comida preparada regu– larmente por e] P. Gabriel..., aunque una vez el P. Bernabé preparó "una sopa juliana tan sabro– sa, que me hizo sospechar si no se la habrían hecho los mismos ángeles o tal vez la Reina de Jos ángeles, con quien estaba de continuo en co– loquio filiat. Por la tarde, ya se sabe, para los frailes, según el Manual Seráfico, viene oficialmente la hora de la siesta, ªque él empleaba en hacer las Estaciones o Vía Crucis, arrodillándose en cada una de las catorce estaciones por largo rato. Es una devoción que nunca omitía. Pero lo hacía siempre en privado, excepto en ·Cuaresma, en que le acompañaba el pueblo. o necesitaba li– bro. Era para él una meditación de más de una hora~. "Al atardecer, cuando estaba para ocultarse el sol, él mismo tocaba las campanas, tres veces, llamando al rosario. Y él mismo, siempre, lo re– zaba. Mirando hacia el pueblo con los ojos ba– jos, y las manos pasando las cuentas del rosario, escondidas bajo el manto. Siempre las mismas palabras y las mismas intenciones antes de cada decena. Y el canto del Ave de Fátima". MLa cena o merienda, poquita cosa siempre, podía ser antes del rosario; y así quedaba libre para todo el tiempo que venía después. El se quedaba en la capilla, se encerraba en su oración, y ya no se le veía más, por lo regu– lar, hasta el día siguiente, esperando con la veli– ta al compañero que despertaba. ¿Dormía? ¿No dormía? ¡Es un misterio!" 97

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