BCCCAP00000000000000000000217

'franciscano-capuchi na . Mi alunmo Wu-sieu-xen. aventajado en el estudio del español, me consiguió para la noche un kang con calefacción, pero se me hacía carg,o de conciencia usar de él r ecordando el desabr igo e incomodidad del portal de Belén. Un compañ'ero de infortunio comenzó a malh·a· tarme sin motivo alguno. Yo no decía, esta boca e$ 1n ía; pero un guardián, de ordii1ario muy tranquilo, se irritó sobrema– nera al ver la conducta del injusto agresor, y arrimó a éste– un puntapié que le derribó de su kang y le llizo rodar por los suelos. Me rendía ya al sueño, poniendo ante mi imaginación– para mientras durase mi descanso el pesebre de Belén y el de– Greceio, cuando de pronto nos alarman con gritos desento– nados, voces de mando y precipitadas can·eras. ¡, Sería un ataque de los regulares f Me levanto y corro a averiguar lo que sucede. Y lo que sucede es que se bau fugado los tres opulentos mancebos mayorazgos . ¡ Qué lástima no poder se– guir su ejemplo audaz y beróico ! Mientras unos soldados rojos no.~ custodian apuntándonos con sus fusiles . otros co– rren desesperadamente tras los .fugitivos. Los pia.otze cele– braru')s aunque a la sordina y con el debido recado la auto· liberación de nuestros compañeros, temiendo sin embargo por su suerte si tienen la desgracia de ser habidos de nuevo por sus perseguidores. Horrorizaba pensar lo que sería de ellos en tal caso. Los rojos corren como diablos en todas clireccio- 11es, ¡ oh dolor! los fugitivos son alcanzados y de-nteltos a sus prisiones. ¡ Pobres mancebos! aquello fué entrar "nella. cittá dolente - nell'eterno dolore - tra. la. perduta. gente". Los colgaron de las vigas, los azotaron hasta desgarrarles. las carnes, los tiraron al suelo y los pisotearon; les ataron con cuerdas los dedos pulgares sobre la espada y por medio de esta.~ cuerdas los suspendieron de los árbol es. No tenía yo la menor idea de lo que era este último suplicio hasta que me hicieron pasar por él (n• 61). A su lado las miís sangrientas disciplina-~, los cilicios más horrendos no son más que juegos de niños. Los chinos conocen bien la anatomía del cue1·po, hmnano y los métodos más eficaces para atormentarlos, abriendo ~m·cos eu la carne y descoyuntando los huesos_ 1\'Ii pluma se resiste a describir las tortm·as y penalidades a que .fueron sometidos los desg1·aciados fugitivos. Dm·ante la, - 98-

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz