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tico en extre"iuo . Fué para mí como \Ul enviado o mensajero de la Santísima Virgen. ~Iosti:aba hacia ella singular devo– ción. Y para satisfacerla me imponía el deber sagrado de rezar cada día varios rosarios, amén de no pocos Padrenues– tros t Avemarías de 1>ropiua. No había refección sin rosario previo. Y eri cuanto llegábamos a 1m nuevo poblado, uuestro Jocabis llamaba a las gentes de él, y las hacía reruúrse, e h1me– diatameute me ordenaba comenzar el rt>7.0 con el Domine, labia. mea. a.perles, y estaba atento a que continuara sin inte– rrupción hasta acabar con Nos cum prole pía benedicat Virgo María.. l\Ii rezo mental no valía; exigía c¡ue pronunciara las Con mis l lbertadores palabras clara y distintamente; ~, caando le parecía que mi voz era demasjad'l lánguida me gritaba: " ¡ más alto!". Yo me esforzaba en complacer con la mejor voluntad. La gen– te, al verme sumiso y rendido a los caprichos de aquel loqui– llo, no cesaba de mtu·murar: "¡ Pobrecillo ! ¡ qué m.iech te tiene!". Estos pobres paganos, para quienes mi corazón era el libro de los siete sellos atribuía a miedo servil lo que es– pontáneamente brotaba ele mi interiir, inundándome de luz. de consuelo y fortaleza; y era mi antigua y tierna devocióu - 95-

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