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citaban y me pedían mi piel de cabl'a. Cl'eían <¡ue estaba ya definitivamente operada mi redención. Pero yo la.s tenía t.oda.s conmigo. En toda la nocbe no logré conciliar el sueño. Algo adelantado el dfa 22, me vino )fa José con lágrimas en los ojos y 1111 papel en las ruanos para decirme <¡ue los ro. jos no qurdaban satisfechos con lo recibido. ~- que formu– laban nueva.s peticionrs poi' un valor aproximado de 300 pe– $OS, debiendo yo continuar en el cautiverio mientras dichas peticiones no fueran totalmei¡te satisfechas ... Y yo cándido de 'mí ¡pensé c:elebi·ar con mis cristianos la misa del gallo y las festividades ele Navidad! ¡ Conque una vez más se lrncían humo todas mis esperan– zas de libertad ! ¡ Conque a la tercera 110 era la vencida sino el fracaso definitivo! Porque ya. ; para qué enh·ar en nue– vos tratos con esta gente desalmada~ Barrabás jugaba con mi existencia sirviéndose ele ella C'nno de gancho para ex¡>lo– t ar y despl nma1· a los interesados en mi rescate; traficaba 1;on mi vida y con mi muerte sin otra mira que su mayor pro– vecho y ganaucia. ¡ Una indigujdad, una felonía ir1-itante 1 Hecho w1 basilisco salí ele mi cueva y me clil'igí a los ofi– ciales. y una vez en su presencia protest.\ airada y enérgica– mente de la injusticia que conmigo se cometía. P<'ro ¡ vaya usted con protestns a Barrabás! El condenado de él me en– señó la boca de su ma,user, más elocuente que la mía, y me amenazó. si uo callaba al punto, con aplicarme en todo su rigor .v crudeza el famo:;o código penal de los cautivos elabo- 1·ado en su luminoso magín; con privarme del tze-you que días antes me había otorgado. r venía a set· algo así como home– rule, cat·ta magna o estlltuto personal de carácter autonómico; con sujetarme fuertemente a las muñecas y soiuete.-me al 1 rato de prisionero de tercera clase . Con las orejas gachas b,nbe de regresar tristemente a mi caverna, como boxeador que se retira del ring derrotado y maltrecho. Escribí 1ma catita al P. Bartolomé para decirle que sus tres emisarios habían cumplido fielmente su cometido, depositando en ma– nos de los rojos lo que faltaba para mi rescate, ~- que por tanto quedaba saldada y finiquitada nuestra cuenta con ellos. Pero ellos, lo.~ rojos. con perfidia sin igual se negaban a soltarme, y que a las condiciones pactadas y ya cumpliclM - 92-

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