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..quinas 1·apadoras que se proeui·aron g1·ati~ en las estaciones misionales, aeudi<:>ron a mí pat·a que les enseñase su manejo. 1J1i oficial. de nombre Si.ug Yangti, _fné el primero qne me picli6 le arregla1·a su cabello. Quedó él y quedaron los asi8- t.entes tan satisfeehos ele mi faena que por aclamación fuí eon$tituido peluquero oficial de la conrnnidacl, y así fueron mtlclias las cabezas ro.jas que pasaron pot· mis manos. Al oficio se siguió algún beneficio. consistente eu algunas pata– tas eruelas, puñaclitos ele granos ele m_aír.. mayol' esplendidez en proveer mi cuenco calabacel'il, etc .. etc. Los verdadera– mente agradecidos eran los menos. l\Inchos no erau ni para decirme to sie, muchas gracias. Es que entre estos nuevos apóstoles ele fa igualdad, Pl sien·-0 no tiene ningún derecho 76. - Tercer intento de rescate. La tercera embajada redentora salía de King- yang el día 1.-l: ele cliciembl'e. La presidía el cristiano J\Ia José, y la cons– tittúan juntamente con él el cristiano Tx:í Antonia y el paga– no Txiao-xia-san. Cumplieuclo religiosamente nuestt·o conve– nio con los bandidos, traían todo lo que faltaba para mi res– cate. Avanzaron con las debidas precauciones por el paso p(']igroso de Txfa-sni-po, morada habitual ele gentes sospe– chosas o maleantes, y arribaron sin uoveclad al retirado vallP de Ping-t'ing-tsuang.. donde n1e suponían avecindado. Su s~rpresa :fué gl',1nde al encontrarse allí, 110 con los ladrones, sino con cerca de 3 .000 soldados regulai·es de Yeguanfu. El mencionado valle era el indicaelo })ara negociar mi rescate . peM los comunistas ad,,ertidos sin duela por los espías de la Jn·oximidad del enemigo. se habían fugaclo precipitadamente. y a la sazón se guarecían en las cavernas ele los bosques aii~– trales ele Ta·yang-p'o. J\Iis redentot"es expusieron a los jefos del ejército regular la misión que les traía por aquellos varí– CtHmLos, e imploraron su intervención en fovol' del misionero cautivo. El brigaclil.'r comancfante halló rar,onable la deman– da, pero no salía garante de la vida del misionero. Le ach>ír– tió que é.ste corría igual peligro por ambas partes: pues una \'ez iniciada la pen;ecución ele los bandidos, podía ser asesina. - !JO-
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