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-harrancos y precipicios. Hubo día de 24 horas en que recorri– mos 140 kilómetros a pie. Los soldados rojos, en expresión de los regulares de Yegnanfu, se dejan atrás a los ciervos. No sabíam_os los cautivos a qué atribuix tan desatentada can-era. Creíamos ser persegu.idos por algún maligno e invisible. En algunas de nuestras vueltas y revueltas nos acercamos bas– tante a Sanxelipú, lo cual me hacía muy poca gracia. In– quieto y preocupado por la suerte que podían correr mis compañeros que moraban all~, hice algunos votos y pl·omesas a la Sma. Vixgen de Pompeya y a Sta. Teresita del Niño Jesús, pata que los defendieran y guardarnn de toclo peligro. Gracias a Dios, mis ruegos fueron escuchados, y el nublado se alejó sin causar mayores daños. La crónica de est,s días, reducida a un escueto nomenclator de los lugares recorridos en nuestro cross-country, carece de interés para el lector. Quédese pues en mi cuaderno de apuntes. 74. - Ejerciendo la mendicidad. EJ seling, en una de sus charlas conmigo, me indicó que en la cautividad me iba poniendo cada día más flaco y deslu– cido. La advertencia no pudo sel' más oportuna . A mi vuelta a la libertad yo pensaba prese11tarme ante mis compañero~ con cara de pascua, ojos alegres, boca sonriente, eufórico y rebosauclo vida y salud. De ningún modo quería que apare– cierail en mi rostro huellas de })asados sufrimientos que con– vierten a uno en fantasmón o estantigua. Era pues necesario recuperar mi antigua forma, adoptando para ello los medios más conducentes y prácticos. Escarmentado con el ejemplo del viejo maestro de Huo-su.i, había desechado para siempre la idea de nuevas huelgas de hambre, y aceptaba sin cumpli– dos Jo que me ofrecían. Y cuando todo esto resultaba todavía insuficiente, iJ¡vocaba mi condición y privilegios de religioso mendicante, ilnplorando la caridad JJública, y tendía mi cueJJ– co vacío a los que veía disfrutar de 1·aciones más colmadas. ll!uchos me despachaban con cajas destempladas; pem alguno), más compasivos y generoso~ me daban quién un pedazo de aforfón, qu.ién tn1a cucharada de pu.ré de maíz, y hasta hubo tal cual camarada tan rumboso que se dignara obseqnianue -88-
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