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yacía el ca.cláver insepulto y e115ang!'entado . Con verdadero espíritu de caridad dirigió al punto una circular a _todas las estaciones misionales para que se aplicaran por el alma del difunto los sufragios de costumbre, y juntó uua pequeña par– tida de cristianos probados y decididos que se trasladaran al Cl!lllPO enemigo ~· recogie1·an piaclosamente el cadáver para darle sepultura en nuestro cementerio. Como se hacía esperar mucho el regreso de los enviados, inlpacieutes los Padres mi– sioneros comenzaron a practicar nuevas diligencias qne com– probaran o desmintieran la horrenda tragedia. De llevarlas a cabo se encargó uu buen cristiano de Sinkiajo llamado )fa José, el cual pl"ovisto de una carta de presentación y re– comendación firmada por el P. Gerardo de Erro, se encan1iuó vfa Huo-sui a los impe1letrables bosques de Tuug·uúen. En Hno-sui los parientes de los caut ivos no tenían noticia de que los bandidos hubie.ran descabezado al extranjero. Cerca de Tai-pai se entrevistó con Lu-tai-ye, gran maestro de lá socie· dad secreta que por aquellos contornos amparaba y favorecía a los rojos . Este ]e aseguró que el misionero cautivo vivía y se bailaba internado en Piug-ting-tsuang. El día 11 de di· ciembre a las a.Itas horas de noche me entregaron la carta del P. Gerarclo . El seling, i-odeado de su estado mayor. me la hizo leer en voz alta en la lengua en que estaba escrita. A l\Ia no le permitieron llegar a mi guarida. , Quién la fü·– ma? me preguntó el seling·. Viene de Sanxelipú, contesté . No quería yo que supieran mis tratos y relaciones con los Pa– dres de Si-feng-tsen. El buen P. Erro en su comunicado de– jaba entrever su poca o ningulla esperanza de recibir contes– tación ele mi parte; pero por ¡¡i acaso me enviaba lápiz y papel. Escribí algunas líneas como para dar _fe de vida y pedí permiso para entregárselas yo mismo al mensajero. El lápiz duró muy 1>ocas horas eu mi poder; me lo robaron al día siguiente. El P . Erro con solicitud ve1·da.cleramente fra– ternal me preguntaba por las iuteMiones de ]os bárbaros en el asunto de mi rescate. Dí la contestación en conformidad con lo convenido días antes con Barrabás (n• 64). Acompa– ñado de dos níuneros llegué a la choza que aeupaba el men– sajero en las avanzadas del ejército r ojo. El cristiano Ma José al verme aterido de frío me caló en la cabeza su gor ro -8-!-
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