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la impedimenta de costumbre. Habríamos andado como unos 1.5 kilómetros cuando nos encontramos con los apoderados enviados por las familias de los cautivos de Huos.ui para tratar con los bandidos de las condiciones del rescate. En– cabezaba la embajada Xan-yii-san, antiguo capitán de una cuadrilla de bandoleros. Ho1nb1:e ele arrogante preseucia: vestía magnifica mente . Los enviados hablaron en secreto con Barrab,ís. pero no lograron entenderse ni ponerse de acuer– do con él, a causa de las en-,,riues e inmoderadas exigencias del mismo. Furioso Barrabás por el fracaso de las negocia· ciones dispuso qlle los cautivos fueran colgados de los árbo– les y azotados hasta descurirles los huesos. La bárbara y sangrienta azotaina se llevó a efecto en presencia de los intermediarios, para qlle vueltos a Huo-sui comunican111 a sus poderdantes cómo eran tratados en la cautividad sus desventurados hijos, padres o parientes. También yo fuí comprendido en el castigo general. :Mientras me ataban fuertemente las muñecas me clecían: '"l'e vas a acordar de este día'·. Y fray Ciruelo añadía por su par te: "Tengo que dar una buena somanta a este extranjero. Dejádmelo por mi cuenta". l\fe llevó a un rincón y allí 1ue ató a una esca– lera. A continuación me azotó, o más bien h_izo como que me azotaba, dando prout.o por terminada su faena. Y 1ni entrlls decía ku-lao, ku·lao (es decir, ,va basta, ya basta) me pasaba cariñosamente la mano por la cabeza como si lmbiéramos sido desde la infancia dos amigos inseparables. El lobo se había conver tido en manso cordero, quizá por el contacto con -el santo hábito que portaba. quizá por liaberle tocado el co– razón la Virgen Inmaculada cuyas vísperas se estaban can– tando entonces en el orbe católico. Gracias, mi buen .fray Ciruelo, muchas gracias. Que San Francisco te cousiga la gra– cia de la conversión, y aun te haga hijo suyo; ele modo que llegues a ser el "fray Agnello" kansuano. La noche de este mismo día fué relevad!> fray Ciruelo de su oficio ele guardián mío y no volví a verle hasta bastantes días des· pués . Y entonces noté con asombro que del santo hábit~ capuchino había desaparecido la forma, aw1que se había conservardo la materia transformada en unos pantalone.~. Pernoctamos en las cavemas dé Kuikuts. No hubo para nos- -80 -

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