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inspirar las palabras y promesas de 1m pérfido. Y esta des– confianza quedó bien pronto justificada. Pero por el momen– to yo no debía pensar más que en el compromiso contraído y en nuestra palabra empeñada . En atención a ésta, los hermanos bandidos habían soltado prontamente a mis dos compañeros, y la vida de éstos, eu la plenitud de sus fuerzas y facultades, bien valía (aun prescindiendo de mí) una li– mosna de 500 dólares a los tojos. En consecuencia escribí una misiva al P. Bartolomé rogándole se sirviera pagar a los thugs la parte que les adeudábamos todavía . Con esto, Barrabás y sus secuaces casi me dejaron en paz; pero el frío arreciaba y amenazaba acabar con mi existencia. 65. - Mi segunda flagelación. A la mafiana del día 6 de diciembre rel!mprenden los verdugos su oficio, propinando buenas tandr., do azotes a pobres colegas. De mi no hacían caso, sin duda en aten– ción a la cartita que había re<laetailo po,;o ante,. Entre lo.s cautivos figuraba un respetabfo auci:iuo a quien más de ima vez me he referido aun más que por la edad p~r el abuso del opio. También este desgraciado había ele ser sometido al mismo tormento que todos los ,fomás conea.utivos. 1\nuaña ve.ii.ción me subleva y levanto mi \'OY. en clcmand,t de cle– mencia para él. Se la obteng(); p,it11 a truet¡ue de recibir yo ruismo la paliza que lP est_aba d<'~tinada. l\Ie conducen a empellones al lugar para ello designado. me ata.n a n.u át·bol y comienza la funció11. Afortmrndamcnt.e fu[¡ brevecita. "Este hombre se cae de p uro bueno, Jecían. Solti,mosle" . 66. - Mi tercera flagelacia. Al día siguiente se notó un entusiasmo :nusi;·ado en ?l campamento rojo. Pregtmtado por mi el teniente Sing Tsao acerca de lo que octtrría, me hace saber qne el gra11 genera– lísimo Wan-tai-txi regresaba cargado de laureles ele una im– portantísima correría militar y que íbamos a su encuentro a t ributarle los honores del triunfo . El general venía por la parte Sud, y para allá nos encaminamos llevando al hombro · -79-